En algunas declaraciones Francisco niega la Fe católica. Carta abierta de monseñor Joseph Strickland
15 Novembre 2024
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Marco Tosatti
Muy estimados StilumCuriales, ponemos a vuestra disposición esta carta abierta publicada por monseñor Strickland en su perfil web. Feliz lectura y difusión.
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Queridos obispos,
¿Qué se necesitará?
Os reunís hoy aquí, apóstoles de hoy, mientras la Iglesia y, por lo tanto, el mundo se encuentran encaramados al borde de un precipicio. Y, sin embargo, vosotros, a quienes se les ha confiado la custodia de las almas, elegís no decir ni una palabra del peligro espiritual que abunda.
Hoy estamos en la cúspide de todo lo que se ha profetizado acerca de la Iglesia y las abominaciones que vendrían en estos tiempos, un tiempo en el que todo el infierno ataca a la Iglesia de Jesucristo, y un tiempo en el que los ángeles caídos del infierno ya no buscan entrar en sus sagrados salones, sino que están dentro, asomándose por sus ventanas y abriendo puertas para dar la bienvenida a una destrucción más diabólica.
Pienso que san Judas Tadeo tenía en mente a personas como muchos de ustedes cuando describió a hombres festejando “juntos sin miedo, alimentándose a sí mismos, nubes sin agua, llevados de aquí para allá por los vientos, árboles otoñales infructuosos, muertos dos veces, desarraigados, furiosas olas del mar, espumando su confusión, estrellas errantes…”” (Jd 1, 12-13).
Muchas personas se han preguntado qué más se necesitará para que unos pocos obispos finalmente se pronuncien en contra de los falsos mensajes que constantemente fluyen desde el Vaticano bajo el liderazgo del papa Francisco, y una y otra vez me hago la misma pregunta:
¿Qué se necesitará?
¿No saben ustedes que Nuestro Señor enviará a sus ángeles vengadores para amontonar carbones encendidos sobre las cabezas de aquellos que han sido llamados a ser sus apóstoles y que no han protegido lo que él les ha confiado?
Y, sin embargo, casi todos ustedes, hermanos míos, han guardado silencio y han observado cómo se desarrollaba el Sínodo sobre la sinodalidad, una abominación destinada no a custodiar el Depósito de la Fe, sino a desmantelarlo, y sin embargo, pocos fueron los gritos que se escucharon de ustedes, hombres que deberían estar dispuestos a morir por Cristo y por su Iglesia.
El Documento final del Sínodo ha sido publicado, pero con la prestidigitación que es tan característica del Vaticano controlado por Francisco. Llamando la atención sobre los temas que preocupaban a muchos, se deslizaron hacia lo que siempre había sido su verdadero objetivo sin que nadie se diera cuenta. Lo que querían en primer lugar era el desmantelamiento de la Iglesia de Cristo, reemplazando la estructura de la Iglesia tal como Nuestro Señor la instituyó con una nueva estructura de “sinodalidad” de inspiración diabólica que en realidad es una nueva Iglesia que de ninguna manera es católica.
Ahora vemos desplegarse ante nuestros ojos las palabras proféticas del venerable arzobispo Fulton Sheen: “Porque su religión será la hermandad del Hombre sin la paternidad de Dios, él establecerá una contra-Iglesia que será el mono de la Iglesia, porque él, el Diablo, es el mono de Dios. Tendrá todas las notas y características de la Iglesia, pero en sentido contrario y vaciado de su contenido divino, será un cuerpo místico del Anticristo que en todos los aspectos externos se parecerá al cuerpo místico de Cristo…” (emisión radiofónica, 26 de enero de 1947).
Con el impulso hacia la “sinodalidad” vemos que los enemigos de Cristo nos presentan, como dice Sheen, “una nueva religión sin la Cruz, una liturgia sin un mundo venidero, una religión que destruye una religión, o una política que es una religión, una que da al César incluso las cosas que son de Dios”.
¿Qué se necesitará?
Una comprensión rudimentaria del papado nos sitúa ante la realidad de que el papa Francisco ha abdicado de su responsabilidad de servir como el principal custodio del Depósito de la Fe. Cada obispo hace esta solemne promesa de custodiar el Depósito de la Fe, pero el oficio petrino existe principalmente para ser el custodio de los custodios y el siervo de los siervos. San Pedro recibió el oficio que lleva su nombre cuando, después de la resurrección, Cristo le preguntó tres veces “¿Me amas?”, y San Pedro respondió: “Tú sabes que te amo”, sanando así su traición mientras Cristo soportaba su pasión.
¿Y quién es este Jesús a quien Pedro profesa amar? Obviamente Él es la Verdad Encarnada; por eso san Pedro afirma que ama la Verdad. Esto nos deja con esta pregunta: “¿el papa Francisco ama la Verdad que Jesucristo encarna?” Desgraciadamente, sus acciones y sus políticas, que promueven una versión relativizada de la verdad que no es verdad en absoluto, nos llevan a una conclusión devastadora: el hombre que ocupa la Cátedra de San Pedro no ama la verdad y trata de remodelarla a imagen y semejanza del hombre.
No puede haber obispo que no sea consciente que las declaraciones que ha hecho el papa Francisco son negaciones inequívocas de la Fe católica. Por ejemplo, Francisco ha declarado públicamente que Dios quiere la existencia de todas las religiones y que todas las religiones son un camino hacia Dios. En esta declaración, el papa Francisco ha negado una parte integral de la Fe católica. ¿Cuántas almas se perderán si aceptan su afirmación errónea de que todas las religiones conducen a la salvación? Lo que me resulta tan difícil de entender es que los apóstoles modernos, hombres que están ordenados para ser guardianes de la fe, se niegan a reconocer esto y, en cambio, ignoran o incluso promueven esta falsedad mortal. Todos los obispos y cardenales deberían declarar pública e inequívocamente que Francisco ya no enseña la Fe católica. ¡Las almas están en juego!
Por lo tanto, pregunto de nuevo:
¿Qué se necesitará?
Como sucesores de los apóstoles, esta situación debe obligar a los obispos de la Iglesia de Cristo a responder nosotros mismos a la pregunta fundamental: «¿Amamos verdaderamente a Jesucristo, la Verdad encarnada?» Con un Papa que se opone activamente a las verdades divinas de nuestra fe católica, la responsabilidad recae en los obispos del mundo de profesar su amor por Nuestro Señor, de custodiar el Sagrado Depósito de la Fe y de oponerse a cualquier intento de desmantelar la Verdad.
Volvamos a la fatídica conversación entre nuestro Señor resucitado y san Pedro. Cuando este último responde: “Señor, tú sabes que te amo”, Jesús responde “Apacienta mis corderos”, y de nuevo “Apacienta mis ovejas”. ¿Cómo puede Pedro alimentar a los corderos de Cristo? Con la Verdad, por supuesto, con Jesucristo mismo que es la Verdad.
Y, sin embargo, ¿dónde están esos hombres a quienes el Señor ha llamado para apacentar sus ovejas? ¿Dónde están los sucesores de los apóstoles que prometieron defender a las ovejas con sus vidas? Se sientan a unos metros de distancia, dándose palmaditas en la espalda, escuchando palabras que saben sin lugar a dudas que no son la Verdad, jugueteando en medio de la oscuridad y blasfemando la misma Verdad que los apóstoles murieron por preservar.
¿Qué se necesitará?
Ustedes tienen las palabras de aquéllos que han hablado en las Sagradas Escrituras, la sabiduría de la Sagrada Tradición de la Iglesia y guía de Papas anteriores y una gran multitud de santos de que vendrían falsos maestros y que la santa fe sería atacada, y sin embargo, la mayoría de ustedes fueron a la batalla sin usar armadura, y luego reaccionaron como si estuvieran sorprendidos de que su piel fuera atravesada por flechas envenenadas. A ustedes se les dio todo lo necesario para asegurarse de que sus mentes no fueran engañadas por las mentiras de Satanás. ¿Por qué, entonces, salieron sin la armadura de Dios? Es vuestra responsabilidad, cuando ven flechas envenenadas con falsedades cayendo sobre los hombres, llamarlos y decirles: “Vístanse con la armadura de Nuestro Señor, que es la Verdad, y no serán dañados”.
Y hago la misma pregunta a los fieles:
¿Que se necesitará?
¿Qué pasa si sus pastores no se reúnen? ¿Qué hubiera pasado si todos hubieran aceptado treinta piezas de plata y hubieran permanecido en silencio ante la falsedad que perfora aún más las manos y los pies de Nuestro Señor? Entonces, ¿qué necesitarán para hablar?
Muchos podrían decir que no es su responsabilidad; que se puede vivir la Verdad en silencio en el corazón. Sin embargo, hablar la Verdad nunca puede ser simplemente la responsabilidad de otra persona, porque Dios ha grabado la Verdad en el corazón de cada persona. Por lo tanto, la Verdad es propiedad de cada hombre como un don sagrado de Dios. Y nadie puede decir jamás que no tiene la Verdad en sí mismo, y nunca un hombre puede afirmar correctamente que para encontrar la Verdad tuvo que recogerla del viento, o que sólo pudo recogerla de las palabras de otro. El alma reconoce la Verdad y se nutre de ella, y aquéllos que se marchitan por falta de Verdad no se marchitan porque no han recibido ninguna porción de Verdad en su alma. De hecho, la Verdad ha sido suprimida una y otra vez por tal persona, y se le ha dicho tan a menudo que “se haga a un lado”, hasta que ya no se atreve a levantar la cabeza. Y es por eso que un hombre se encuentra en un estado tan triste, y por eso cuando grita “No es mi culpa que no tuviera la Verdad o si no la sabía cuando la encontré”, habla en el error.
Nuestro Señor Jesucristo, al conceder libre albedrío a aquéllos que Él ama, que son todas las personas sin excepción, ha dado el don de la Verdad a cada uno de nosotros, de modo que si hay una predisposición en el corazón de un hombre, entonces es la propensión del alma a vibrar a causa de Su Verdad. Por lo tanto, el alma, cuando se ve privada de la Verdad, permanece dormida hasta que se marchita en algo frío y duro. ¿No han visto cómo incluso los ángeles de las tinieblas reconocen la Verdad y no pueden hacer nada más que lo que Nuestro Señor les ordena, y sin embargo se esfuerzan en ocultar la Verdad de cada hombre hasta la condenación eterna de cada hombre?
Es por eso que vuelvo a preguntar: ¿QUÉ SE NECESITARÁ? ¿MORIRÍAN USTEDES POR ÉL?
Monseñor Joseph Edward Strickland
Obispo emérito d Tyler, Texas
Publicado en italiano por Marco Tosatti el 14 de noviembre de 2024, en https://www.marcotosatti.com/
Traducción al español de la versión original en inglés: José Arturo Quarracino
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Tag: fé, francisco, iglesia, strickland
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