Sínodo sobre la Sinodalidad 2024. Jesucristo no está en el centro de la «Iglesia» de Bergoglio. José Arturo Quarracino.

31 Ottobre 2024 Pubblicato da Lascia il tuo commento

 

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, José Arturo Quarracino, a quien agradecemos de corazón, ofrece a vuestra atención estas reflexiones sobre el Sínodo que acaba de concluir. Feliz lectura y reflexión.

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Sínodo sobre la Sinodalidad 2024 = Jesucristo no existe en la “Iglesia” de Bergoglio

 

Con la última sesión del falso Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad el obispo de Roma ha dado un paso más en su objetivo de erradicar de la Iglesia Católica a su fundador, Cabeza suprema de la institución fundada por El en base a su sangre y de la que el jesuita argentino se cree Jefe supremo, más allá de las palabras piadosas y los gestos de “humildad” que ejerce públicamente, para disimular el puño de hierro con guantes de terciopelo que acompañan su gobierno despótico desmasculinizar y pro-homosexual.

 

Ha llegado a su fin el show del Sínodo sobre la Sinodalidad 2024, cuyas conclusiones han sido presentadas en un Documento Final que por primera en la historia de los Sínodos de los Obispos ha reemplazado la Exhortación Apostólica que los pontífices reinantes publicaban a posteriori recogiendo y teniendo en cuenta las conclusiones de cada Sínodo. Pero en este caso JMB ha decidido que el Documento reemplace la Exhortación que él debería redactar, ya que contiene “indicaciones muy concretas que pueden ser una guía para la misión de las Iglesias, en los diversos continentes, en los diferentes contextos”, motivo por el cual ha decidido “ponerlo ahora a disposición de todos”, como magisterio eclesial[1].

Pero al obrar de este modo, en una forma muy sibilina, el obispo de Roma ha transformado uno de los tres ejes de la Revelación, introduciendo como magisterio eclesial las conclusiones de una asamblea “sinodal”, en sí misma heterogénea e insustancial. Es decir, ha sido constituido por el jesuita argentino en “magisterio eclesial”, como parte de la Revelación, lo que un grupito de iluminados “por el Espíritu” divagaron durante casi un mes como experiencias de vida, animados por un acompañante que los hacía reflexionar, a la manera de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Con la diferencia que estos Ejercicios se aplican originariamente al ejercitante individual, que reflexiona y medita sobre los Misterios divinos, mientras que la metodología utilizada en el Sínodo se aplicó colectivamente a los sentimientos, pensamientos y creencias personales, como la materia sobre la cual escuchar, dialogar y compartir.

 

Hay que tener en cuenta que este evento “sinodal”: 1º) constituyó en realidad una parodia de un Sínodo de los Obispos, como falso sínodo, porque además de éstos últimos participaron religiosos, religiosas, laicos y laicas, etc.; 2º) en total participaron en este evento “sinodal” 368 personas (272 obispos y 96 no obispos), que el pontífice Bergoglio manipuló como una Asamblea General o un mini Concilio universal, con la mayoría de sus miembros elegidos arbitrariamente por él y en gran parte partidarios del progresismo que ha caracterizado el actual pontificado; 3º) reiterando el contenido de la primera sesión sinodal llevada a cabo el año pasado y en otras ocasiones anteriores[2], el gran ausente de este evento ha sido nada más y nada menos que Jesucristo, ignorado y dejado de lado, para darle primacía fundamental al “diálogo en el Espíritu”, no al Señor resucitado.

El saludo final de JMB lo muestra con toda claridad: no hay una sola mención a Jesucristo ni a Cristo, ausentes totalmente, sólo hay dos menciones al pasar al Señor y al Resucitado, pero no como centrales en el discurso. Y ya no existe la bimilenaria Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica (cero mención), sino la Iglesia “sinodal”, horizontal, de la escucha y de la armonía “en el Espíritu”.

Y que esta ausencia del Señor resucitado no es casual lo demuestra el mismo Documento Final, en el que si bien se menciona 31 veces a Jesús/Jesucristo, el núcleo central del texto lo constituye la sinodalidad, mencionada 77 veces como eje central de las reflexiones. En otras palabras: no es Jesucristo el centro de la Iglesia “sinodal”, sino la sinodalidad, como “un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y cada mujer irradiando la luz de Cristo”[3]. Este “nuevo” camino de la Iglesia sinodal ya no tiene como meta o misión el “instaurar todas las cosas en Cristo” (San Pío X), ni tampoco anunciar “el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” (Pablo VI), ni tampoco reafirmar a Jesucristo como “centro del cosmos y de la historia” y “caminar en El” (Juan Pablo II), ni mucho menos “ofrecer al mundo a Jesucristo y su mensaje de salvación” (Benedicto XVI). Nada de eso, para la “Iglesia” sinodal bergogliana, la misión de la Iglesia es “caminar con cada hombre y cada mujer irradiando la luz de Cristo”. Ya no se trata de hacer presente a Jesucristo en el mundo mediante la predicación y la evangelización de las culturas, sino de irradiar su luz, pero no a Él.

Y si Jesucristo ya no es el centro y fundamento, entonces pasa a serlo la “Iglesia” sinodal, que deja de ser el Cuerpo de Cristo instituido y fortalecido a través de 2.000 años de misión evangelizadora, para convertirse en asamblea que se constituye a través de “la conversión de los sentimientos, de las imágenes y de los pensamientos que habitan en nuestro corazón, junto a la conversión de la acción pastoral y misionera”[4]. Es decir, ya no es Cristo y su presencia eclesial en el mundo el fundamento de la vida y misión de la Iglesia, sino los sentimientos, imágenes y pensamientos que residen en el corazón, para dar lugar al “intercambio de dones y el entrecruzamiento de vínculos que nos unen en la Iglesia”[5].

Como se puede apreciar a lo largo de la lectura del Documento, la Revelación en su conjunto -Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio- ya no es el centro y fundamento de la reflexión y la pastoral sinodales, sino “la escucha, el diálogo y la reconciliación”. ¿Y Jesucristo? Bien, gracias, que se quede tranquilo en el Cielo y no moleste a los sinodales desmasculinizados y homosexualizados, para que puedan hacer entrar a “todos, todos, todos”, a pesar de que el mismo Señor ha dicho claramente que muchos están llamados a la salvación y algunos otros a la condenación, y que “no todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7, 21). Voluntad del Padre que está totalmente ausente en las reflexiones y conclusiones del falso Sínodo de los Obispos recién concluido.

Es que la sinodalidad bergogliana tiene solamente un sentido u orientación horizontal -los miembros actuales de la Iglesia-, pero carece totalmente de orientación vertical e histórica: no hay escucha ni diálogo con el Dios vivo, Uno y Trino, tampoco con la Iglesia santificante -los santos que hoy viven en el Cielo-, ni tampoco con la doctrina imperecedera de los Padres, Maestros y Doctores de la Iglesia ni el Magisterio Pontificio casi bimilenario. Ese es el motivo por el cual el Documento final concluye afirmando que la Iglesia bergogliana es sinodal, porque es “Pueblo de discípulos misioneros que caminan juntos”, es decir, ya no es Pueblo de Dios, ni Cuerpo de Cristo ni Templo del Espíritu Santo, simplemente un “pueblo de caminantes”. Y sibilina y astutamente el texto recurre a la Virgen en su carácter de Odigitria, término griego que significa “la que muestra el camino” [del griego οδός (camino). Ηγήτρια (guía), es decir, la Mujer que en la iconografía greco-oriental católica señala al Niño Jesús como camino a seguir, pero que el neo magisterio bergogliano remite al camino sinodal, sin referencia alguna al Señor resucitado.

En definitiva, la “Iglesia” sinodal diseñada por don Jorge Mario Bergoglio es la Iglesia de Cristo, pero sin Cristo. Una verdadera esquizofrenia diabólica.

 

José Arturo Quarracino

30 de octubre de 2024

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