Obispo de Roma: silencio frente a la Blasfemia Olímpica. De San Ignacio de Loyola a Poncio Pilato. Quarracino.
7 Agosto 2024
Marco Tosatti
Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, José Arturo Quarracino, a quien agradecemos de todo corazón, ofrece a su atención estas reflexiones sobre la Ceremonia de Apertura de las Olimpiadas. Disfruten leyendo y compartiendo.
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En la nueva “iglesia bergogliana”, el mandamiento supremo ya no es “adorar a Dios por sobre todas las cosas”, sino que “adular a Jorge Mario Bergoglio” es la ley suprema que manda hacer todas las cosas ad maiorem Bergoglio gloriae.
Como se ha conocido ampliamente a lo largo del mundo, el viernes 26 de julio ppdo. la Francia gobernada por Emmanuel Macron, delfín de la Casa Rothschild, presentó en París -al inaugurarse los Juegos Olímpicos 2024- el abominable espectáculo de la profanación y blasfemia llevado a cabo contra uno de los signos y símbolos más sagrados de la Fe cristiana: la representación de la Ultima Cena de Jesucristo con sus discípulos, exhibida en el famoso cuadro pintado por Leonardo da Vinci entre 1495-1498 d.C.[1].
Con la excusa de la “libertad de expresión”, el presidente del Comité Organizador de los Juegos, el ex piragüista francés Tony Estanguet, justificó el acto blasfemo afirmando que la representación no pretendía burlarse del Cristianismo, sino “mostrar la diversidad de Francia”. Como buen progresista cobarde e hipócrita, el dirigente no pensó nunca en tomar el símbolo de una mezquita o de una sinagoga, tampoco a un grupo de musulmanes travestidos rezando en La Meca o a un grupo de judíos drag Queens rezando en una sinagoga o frente al Muro de los Lamentos, porque es bien consciente que la represalia que puede suscitar una profanación contra el Islam o el Judaísmo puede llegar a la condena mediática mundial o directamente a su supresión física. Es que Monsieur Estanguet será progresista degenerado, pero no es estúpido ni idiota: el Transhumanismo globalista, pervertido y satánico que promueve y alienta siempre paga bien a sus lacayos y los protege de toda crítica a sus acciones prostitutas.
Que se trató de un ataque contra el Cristianismo basado en la nauseabunda ideología del progresismo vandálico promovido y subsidiado por uno de sus mecenas genocida más famoso lo prueba la excusa esgrimida por el cobarde Estanguet, cuando afirma que la ceremonia apuntó a “mostrar valores y principios, con mensajes fuertes de sororidad, de amor”, para “lanzar un mensaje lo más fuerte posible”[2]. El mismo lenguaje y los mismos términos utilizados por la barbarie progresista feminista para justificar las aberraciones de la “ideología de género”, el aborto, la mutilación genital y corporal de niños y adolescentes, la hormonización infantil, el travestismo y el transexualismo, etc.
Y que la cacareada “libertad de expresión” sólo es defendida y protegida cuando se trata de atacar la fe cristiana lo prueba el hecho que las autoridades del Comité organizador, con el citado Estanguet a la cabeza, han obligado a un deportista brasileño a quitar de sus tablas de surf la imagen de Jesucristo impresa en ellas, porque “Cristo es una figura religiosa y los Juegos tienen reglas estrictas que se centran en la neutralidad”[3]. Más hipocresía no se consigue.
Pero como dice un viejo refrán español, “el disparo le salió por la culata”. La reacción de los fieles católicos ha sido mundial, no sólo en París y en Francia. Ya se han organizado en varias ciudades del mundo jornadas de reparación y vigilias de oración y del rezo del Santo Rosario, además de las condenas expresadas por cardenales, obispos y episcopados de los cinco continentes.
Y para colmo de males para los globalistas cavernícolas depravados y de espíritu nauseabundo, han salido en defensa de la Fe cristiana hasta autoridades musulmanas como el ministro iraní de Cultura y Orientación Islámica de la República Islámica de Irán, Mohammad Mehdi Esmaili, quien publicó el 28 de julio ppdo. en X (ex Twitter) que “la injuriosa representación de Jesucristo en París ayer fue completamente ofensiva y cruzó todas las líneas rojas. Francia, un país con una gran historia de cristianismo, debe avergonzarse de sí misma, e imploro a nuestro pueblo cristiano de todo el mundo que se pronuncie en contra de este acto, lo condenamos resueltamente”[4].
¿Pero cuál ha sido la respuesta del Obispo de Roma frente a esta acción sacrílega del “universo” LGBT+ y queer? Como ya resulta habitual en él, optó por el silencio absoluto, tal como se puede comprobar en el mensaje que pronunció el domingo 29 de julio luego del rezo del Angelus en la Plaza San Pedro[5]. Habló de un deslizamiento de tierras en el sur de Etiopía, del negocio de la fabricación de armas (¡que contradice el espíritu de fraternidad de los Juegos Olímpicos!), de la Jornada de los ancianos, de los romanos y peregrinos presentes, de la festividad de la Virgen del Carmen, de un canto neocatecumenal. Pero no dijo una sola palabra de la blasfemia “olímpica”, ni siquiera para pedir una oración de reparación. Lo grave es que con ese silencio absoluto convalidó, por omisión, el ultraje a Jesucristo y Su Ultima Cena, en la que instituyó la Eucaristía y anticipó su Resurrección pascual y su continuidad perenne en la Santa Misa.
¿Por qué no habló del ultraje parisino? Por un lado, porque don Jorge Mario siempre elude el conflicto, ¿quizás por cobardía? y es evidente que aprueba ese estilo “de vida” que es más bien un estado de degradación y putrefacción espirituales, tal como se ha podido ver a lo largo de su “pontificado”, por ejemplo, al avalar la actuación de un drag queen en un festival para niños[6] o la presencia habitual de prostitutos, travestis y transformistas en las audiencias papales[7], al igual que la promoción de la homosexualidad y la “desmasculinización” en la vida de la Iglesia. Pero en última instancia y por sobre todo, criticar la blasfemia parisina le hubiera obligado a repudiar su alianza desmasculinizadora y homosexualista con el clan Soros o con la Casa Rothschild.
En otras palabras: en esta ocasión el obispo de Roma se lavó las manos al estilo de Poncio Pilato, evidentemente para no molestar a sus amos terrenales. En vez de actuar como soldado de Nuestro Señor y salir en su defensa (¿no ha sido y es miembro de la Compañía de Jesús?), optó por callar y que otros subalternos actúen, sin comprometerse personalmente el mismo, para quedar “bien con Dios y con el diablo”, como dice el refrán popular. Pero al proceder de esta manera, ¿don Jorge Mario no se hace acreedor a las palabras pronunciadas por el Ángel de Dios a la Iglesia de Laodicea: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” (Ap 3, 15-16).
¿O será que no nos hemos dado cuenta y la Iglesia de Cristo ha sido transmutada en la “iglesia” de Bergoglio, en la cual un pigmeo cualquiera -jesuita él- puede injuriar y blasfemar contra Nuestro Señor Jesucristo y ser promovido en la Curia romana[8], mientras que un obispo que critica acciones de Bergoglio -el Sínodo sobre la sinodalidad, por ejemplo- es destituido y jubilado anticipadamente (caso de monseñor Joseph Edward Strickland), o es excomulgado por cisma por criticar el Concilio Vaticano II (caso de monseñor Carlo Maria Viganò)?
José Arturo Quarracino
31 de julio de 2024
Festividad de San Ignacio de Loyola
Publicado en https://gloria.tv/post/
[1] En https://www.elsiglodetorreon.
[2] En El Mercurio/Chile/GDA, https://www.nacion.com/el-
[4] En inglés en https://x.com/Megatron_ron/
[8] Véase Viganò: “Después de las palabras de Spadaro se colmó la medida”
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