Jueces torcidos en un régimen corrupto. Bernardino Montejano.
1 Luglio 2024
Marco Tosatti
Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, el Prof. Bernardino Montejano, a quien agradecemos, ofrece a su atención estas reflexiones sobre el estado de la justicia en Argentina. Feliz lectura y compartir.
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JUECES TORCIDOS EN UN RÉGIMEN CORRUPTO
En la Argentina de hoy, todo es posible, incluso que un tribunal cuyo deber es administrar justicia, disfrace un delito con el ropaje de la inocencia, en un caso, a través de la sentencia de un tribunal de casación, que, si se confirma, abrirá la puerta a la impunidad de numerosos delincuentes, prósperos contratistas del Estado.
Estamos ante un tema penoso ya presente en los pueblos de la antigüedad: la deserción de los jueces, el incumplimiento de los deberes, la presencia del cohecho.
En el antiguo Egipto, varios testimonios muestran en el imperio tebano la preocupación por evitar groseras injusticias: ellos son la Instrucción del faraón al visir, grabada en la tumba del visir Rekmara; las quejas del felah y el Libro de los Muertos. Ese imperio duró mucho tiempo y abarca el medio (2160 a 1660 a C.) y el nuevo más breve (1580 a 1100 a.C.)
En la Instrucción se encuentran los grandes criterios para juzgar justamente: “Cuando venga un demandante del Alto o del Bajo Egipto… mira que todo se haga conforme a la ley… atiende al que conoces como al que no conoces… no descartes a ninguno sin haber atendido su palabra”. Ante un demandante quejoso “no rechaces con una palabra lo que te diga: mas si has de desatender su súplica, has que vea por qué la desatiendes”.
En las “Quejas del felah” quien es un campesino robado por un empleado del juez, cuando recurre a este encargado de juzgar en forma equitativa, al principio no es juzgado, sino flagelado. Los azotes, no lo acobardan, sino que lo colman de justa indignación, la que luego será “Némesis” en Aristóteles, para increpar al juez: “Eres un policía que roba, un regidor que acepta regalos, un jefe de distrito que, en lugar de reprimir a los bandidos, se pone a su cabeza”.
Y con renovados bríos, incrimina su conducta en el quinto alegato: “Estás encargado en los interrogatorios para juzgar entre dos en forma equitativa, pero en vez de eso, amparas al malhechor y eres cómplice del ladrón”.
En el Libro de los muertos, ante la diosa Maat, el difunto se justificaba con una oración fúnebre que comenzaba así: “Yo no maté ni dañé a nadie. No escandalicé en el lugar de la justicia. No sabía mentir”.
Es increíble la coincidencia de los textos egipcios con los criterios para administrar justicia que aparecen en Israel, en el Antiguo Testamento:
“Establecerás jueces y escribas para tus tribus en todas las ciudades que Yahveh te da. No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás sobornos, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe la palabra de los justos” (Deuteronomio, 16, 18/19).
Y también es increíble su vigencia para evaluar un caso paradigmático en la Argentina de hoy, cuya corrupción no es exclusiva del kirchnerismo.
Nuestros jueces, como expresa el editorial citado, “han considerado meros aportes de campaña (electoral) a una gran cantidad de pagos efectuados por orden del empresario Angelo Calcaterra (quien no tiene nada de Angelito) a funcionarios del ministerio responsable de adjudicaciones de obras públicas de las cuales su empresa era beneficiaria”; el fallo unánime de la Cámara de Casación, “podría beneficiar también a otros empresarios imputados de cohecho, cuyas acciones terminarían sujetas a penas de mucho menor cuantía”, transformadas en meras infracciones al Código Electoral de la diosa democracia que todo lo que toca lo sanea.
Así, los empresarios comprendidos en este escándalo serían hombres descuidados “que olvidaron pedir recibo por el pago de un bono contribución, curiosamente abonado a escondidas, en bolsos llenos de dinero en efectivo”
Continúa más adelante el editorial: “Al igual que en el caso de López y de Sousa estamos en presencia de una compleja trama que no puede ser disimulada con la ficción de que se trató de un aislado aporte de campaña”.
En “La Nación” (diario) de hoy, aparece un artículo de Marta Oyhanarte y Alejandro Drucaroff, titulado: “¿A quién le preocupa en verdad la corrupción?” que tiene un sugestivo sub título: “La fractura entre la indignación social por este flagelo y el desinterés que muestra la dirigencia marca la necesidad de crear una comisión independiente de ética pública”.
Como autor del libro “Ética pública” (Cruzamante, Buenos Aires, 1986), originado en un concurso degradado por un plagiario, llamado Catapano Copia que llevó a la realidad aquello de Marechal: “quien recibe un nombre recibe un destino” y que logró engañar a los tres jurados, (dos muertos, uno vivo, a quien no quiero incinerar), adhiero a la iniciativa.
Nada mejor para concluir esta nota que citar la excelente descripción del tema y del caso que la motiva.
“Un caso paradigmático ocurrió en estos últimos días, cuando ‘casualmente´ en vísperas de un feriado extra largo se ha conocido un fallo judicial conocido como absurdo y antijurídico por destacados especialistas en la materia. Nos referimos a la insólita decisión de una sala de la Cámara de Casación de encuadrar decenas de pagos de poderosos empresarios a altos exfuncionarios del Poder Ejecutivo que debían controlar su actividad, investigados en la olvidada causa Cuadernos, como ‘aportes informales a compañas electorales´… en ese juicio se investiga el pago de cientos de coimas de grandes contratistas de obra pública con sumas millonarias en dólares a funcionarios públicos. Tras seis años de un trámite de irritable lentitud, se tomó esa decisión que permite a los empresarios evitar ser juzgados por delitos de corrupción y pasar a ser tratados como autores de ‘infracciones a la ley electoral’. Además, tales infracciones habrían prescripto”.
Buenos Aires, junio 29 de 2024.
Bernardino Montejano
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