Francisco, el Papa que no quiere ser papal (y le está haciendo la guerra a la Iglesia católica…). Joachim Heimerl

24 Giugno 2024 Pubblicato da


Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, el padre Joachim Heimerl, a quien agradecemos de todo corazón, les ofrece estas reflexiones sobre algunas de las características del Papa reinante. Disfruten la lectura y compártanla.

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Francisco: el Papa que no quiere ser Papa.

Una decepción para la Sede de Pedro?

por el padre Joachim Heimerl

Los Papas no suelen llevar pantalones negros bajo su túnica blanca, ni tampoco zapatos negros. No viven en la casa de huéspedes del Vaticano ni utilizan simples sillas de ruedas. Por muy frágil que sea un Papa, siempre mantiene la máxima dignidad. Se lo debe menos a sí mismo que a su alto cargo; al fin y al cabo, ser Papa siempre significa desempeñar un rol que es más grande que uno mismo; pero también significa que hasta cierto punto uno se convierte en otra persona.

Los numerosos títulos de los Papas así lo indican, sobre todo los que los identifican como “sucesores del Príncipe de los Apóstoles” o como “Vicarios de Jesucristo”.

En última instancia, sólo aquellos que están dispuestos a renunciar a este cargo son aptos para el papado; y por esta razón, los Papas también adoptan un nuevo nombre.

A partir de Francisco, en cambio, nos hemos acostumbrado a una nueva forma de papado -o no acostumbrado, y ciertamente una forma extremadamente excéntrica: Francisco no es alguien que acepte su rol como su cruz, sino que hace suyo su cargo autocrática y fatalmente a su antojo. Los Papas del Renacimiento fueron los últimos en hacer esto, causando un enorme daño a la Iglesia, y Francisco está haciendo lo mismo. Cuanto más tiempo esté en el cargo, más agonizante y embarazoso será, y más claras se harán las desavenencias entre el cargo y la persona.

 

Básicamente, Francisco siempre continúa siendo Jorge Mario Bergoglio y, además de eso, un jesuita. Se puede encontrar eso de alguna manera “auténtico” en otros altos cargos, pero es veneno para el oficio papal. Un papa debe convertirse en alguien distinto de lo que era antes, aunque sólo sea para ser el representante de algo completamente diferente. Sólo así puede un Papa ser verdaderamente auténtico. Un Papa nunca se pertenece a sí mismo, y cabría esperar con razón que “Francisco” nunca sea sólo “Jorge Mario Bergoglio”.

Por cierto, el modesto Joseph Ratzinger, que ni anhelaba el cargo papal ni trataba de adaptarse a él, lo demostró en forma impresionante. Ciertamente, como Benedicto XVI, al igual que todos los Papas, marcó sus propios acentos, pero nunca fue más allá de lo que generalmente se espera de un Papa y, por tanto, nunca se congració con nadie ni hizo el ridículo.

Con Francisco, sin embargo, las cosas son diferentes; transgrede el tema papal todos los días y lo hace de manera bruta: Sólo recientemente, un mundo conmocionado tuvo que enterarse de que es habitualmente propenso a utilizar un lenguaje soez: ningún Papa antes que él ha pronunciado la palabra “mariconería”, y menos en público.

Conviene que sea visto como resentido y a veces como vengativo; su favoritismo espeluznante o su trato con los críticos son más propios de un príncipe renacentista que del sucesor del Príncipe de los Apóstoles.

En resumen, Francisco carece de la humildad y la sofisticación de un Papa; no tiene ni la noble intelectualidad de Benedicto XVI ni el carisma místico de Juan Pablo II ni la nobleza aristocrática de Pío XII. Nos inclinamos a decir que posee, en el mejor de los casos, lo contrario de todo esto y nos muestra constantemente los extravagantes caprichos de un Jorge Mario Bergoglio que, aunque agota todos los poderes de su cargo, se niega obstinadamente a ser él mismo finalmente “papal”. Mientras tanto, Francisco ni siquiera se atreve a llevar los ornamentos prescritos en la Santa Misa, y las liturgias, antaño “papales”, han llegado a su punto más bajo.

 

Con este telón de fondo, no es de extrañar que Francisco esté jugando con la idea de cambiar el papado. Al contrario: tal paso es coherente para un Papa que trata la doctrina y la tradición de la Iglesia con tanta prepotencia como si fueran las canteras de Carrara.

En este sentido, la reciente publicación de un “documento de estudio” del Vaticano sobre el oficio papal y el diálogo ecuménico ha hecho que la gente se levante y tome nota.

Parece complejo, pero es fácil de descifrar: en última instancia, se trata de degradar el oficio papal para que de algún modo convenga a todos, incluidos los que no son “Iglesia” ni tienen oficios válidos, como los luteranos y los anglicanos.

Es absolutamente claro que un “documento de estudio” no es un “documento de enseñanza”. Pero este documento es en verdad un globo sonda y, gracias a la aprobación papal, un indicador fiable de hacia dónde debe conducirnos el tramo final de este pontificado: A la confrontación con el dogma papal del Concilio Vaticano I (1870), cuyo “margen de maniobra” Francisco quiere reinterpretar, es decir, eliminar en gran parte, con una “relectura”.

El problema es que estos dogmas están formulados en términos cristalinos, no ofrecen ningún margen de maniobra y, además, están asociados al anatema, es decir, a la maldición.

Por tanto, no es posible degradar el papado, al menos si la Iglesia quiere seguir siendo católica.

¿Pero sigue siendo realmente católica, o un Papa que no quiere ser papal no ha conducido ya a una erosión final del catolicismo?

Lamentablemente, la respuesta a esta pregunta ya es “sí”: el pontificado de Bergoglio ha sido una única guerra contra la Iglesia que ha dejado un rastro de devastación a su paso: desde la repulsiva batalla contra la Misa en latín y sus seguidores hasta la blasfema “bendición” de parejas adúlteras y homosexuales, no nos hemos librado de nada; hace tiempo que corre la voz de que Francisco ha convertido la Iglesia católica en bergogliana, y ciertamente es cierto en parte.

En este sentido, sólo queda por ver si Francisco se arriesgará ahora a dar el golpe definitivo. Esto podría ser una clara ruptura con el dogma papal o -como se rumorea en los últimos días- una prohibición radical de la Misa en latín. Por cierto, esto también sería anatema gracias a Pío V. Sin embargo, Francisco difícilmente se dejará disuadir por estas cosas: El Papa, entre todos, que no quiere ser papal, se considera a sí mismo el Papa de todos los Papas. Está claro que se trata de un dramático error de apreciación, y sabemos demasiado bien que se ve favorecido por todos aquellos que están ellos mismos bastante mal encasillados en su cargo.

 

Publicado originalmente en alemán el 21 de junio de 2024 por Marco Tosatti en https://www.marcotosatti.com/2024/06/21/franziskus-der-papst-der-nicht-papstlich-sein-will-und-krieg-gegen-die-katholische-kirche-fuhrt-joachim-heimerl/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

 

 

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