Realidades y Oportunidades de la Pena de Muerte, en Argentina y en Otros Países. Bernardino Montejano.
14 Maggio 2024
Marco Tosatti
Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, el Prof. Bernardino Montejano, a quien agradecemos muy sinceramente, ofrece a su atención estas nuevas reflexiones sobre la pena de muerte. Feliz lectura y difusión.
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REALIDAD Y OPORTUNIDAD DE LA PENA DE MUERTE
Primero, hablaremos de la realidad actual de la pena de muerte, porque muchos ignorantes se rasgan las vestiduras cuando aparece en los diarios una ejecución en los Estados Unidos, pero están colando el mosquito y tragándose el camello que acá es China donde los últimos datos hablan de cinco mil ejecuciones.
Sin embargo, en ese país, como en Corea del Norte y Vietnam, el tema es secreto de Estado. En el resto del mundo, encabeza la lista Irán con 576 ejecuciones, seguido por Arabia Saudita, con 196, mientras que los Estados Unidos sumó 24. Esta es la realidad del tema el año pasado. Lo demás es invento de algunos periodistas, sacerdotes, obispos, cardenales hasta llegar al pontífice Francisco. Nos gustaría un estudio del arzobispo Sánchez Sorondo que podría titularse: “¿China, la pena de muerte y la doctrina social de la Iglesia”?
La pena de muerte aumentó en Kuwait, Myanmar y Singapur y disminuyó en Egipto, Irak, Somalía, Sudán del Sur y Yemen. ¿Con seguridad en los cinco últimos países por la influencia papal?
Ahora bien, la pena de muerte ¿es oportuna? Depende de los tiempos y lugares. No existen recetas del general universales, incluso una misma persona puede dudar y pronunciarse en distinto sentido cuando cambian las circunstancias.
Aquí, en la Argentina, la experiencia es mala. Comienza con el asesinato de Liniers. Sigue con el infortunio de Dorrego y se extiende, pasando por Caseros, los fusilamientos posteriores y la eliminación criminal de los caudillos federales, hasta los fusilamientos del general Valle, los militares que lo acompañaron en 1956 y un grupo de civiles de dudosa participación en la asonada.
El discurso de Juan Manuel de Rosas en el entierro de Dorrego, sirve de homenaje a todas las víctimas de la pena de muerte entre nosotros: “¡Dorrego!, víctima ilustre de las disensiones civiles descansa en paz. La Patria, el hquienonor y la Religión han sido satisfechas hoy, rindiendo los últimos honores al primer magistrado de la República condenado a morir en el silencio de las leyes. La mancha más negra en la historia de los argentinos ha sido lavada con las lágrimas de un pueblo justo, agradecido y sensible… el pueblo porteño no ha sido cómplice de vuestro infortunio… Allá, ante el Eterno, donde la justicia domina vuestras acciones han sido ya juzgadas, lo serán también las de vuestros jueces y la inocencia y el crimen no serán confundidos”.
Hace unos años un presidente mamarracho llamado Carlos Menem a quien hoy se intenta reivindicar, postuló la implantación de la pena de muerte en la Argentina, con la misma irresponsabilidad que cuando dijo que estaba leyendo a Sócrates, lo que le valió el doctorado honoris causa “trucho” de la Universidad Austral, que, aparecido en todos los diarios, no fue asentado en sus registros, según me aseguró un importante integrante de la Obra de Dios.
Por nuestra experiencia pública, estamos en contra de la pena de muerte en nuestro país. Pero también condenamos su aplicación “por izquierda” hecha efectiva por el Proceso, que ensució una guerra justa contra el terrorismo, la subversión y la guerrilla con torturas, secuestros, cambio de identidad de personas y ejecuciones clandestinas. Porque era preferible en ese momento aplicar la pena de muerte a un culpable, después de un juicio público, con todas las garantías y la asistencia jurídica y espiritual de los condenados y entrega de su cuerpo a los deudos. De haber procedido así, no existirían los desaparecidos.
Esto lo escribimos hoy con la autoridad que nos da, el haber denunciado en forma pública esa situación en el mediodía de dicho régimen como consta en el libro de Guzmán Brito y otros, “La función judicial”, Depalma, Buenos Aires, en la Corte Suprema de Mendoza, con plena asistencia de autoridades civiles y militares, en medio de tantos silencios complacientes de muchos que hoy se rasgan las vestiduras, donde recordábamos las palabras del español Sánchez Mazas: “Antes que la victoria sin honra, preferimos la derrota”.
En nuestros días una singular “pena de muerte” es promovida en nuestro extraño país y uno de los promotores, como denuncia Diana Cohen Agrest, es el juez bonaerense Violini, quien “se valió de la excusa de la pandemia para liberar a miles de presos. Los mismos que continuaron delinquiendo saliendo a “trabajar” a costa de la vida de inocentes”. Pero también es promovida por el gobernador Kicillof, “por un ministro de Seguridad y un ministro de Justicia y Derechos Humanos, quienes lejos de interesarse por los derechos humanos de los ciudadanos se preocupan por los derechos humanos de los delincuentes” (¿Quiénes promueven la pena de muerte?, Clarín, 25/1/2024). Una extraña “pena de muerte” que asesina todos los días a personas inocentes y que merece el repudio de todos los hombres de bien.
Pero, también respecto a los culpables, por nuestra experiencia histórica y nuestro contexto cultural, político, legislativo y judicial, nos oponemos a la pena de muerte en la Argentina, aquí y ahora, lo cual no es una receta “urbi et orbi”, aplicable en todos los tiempos y lugares, no es una receta universal, como la postulada por el papa Francisco, prisionero de los consejos de su empleado Eugenio Zaffaroni y de su absurdo ideologismo clerical.
Buenos Aires, mayo 11 de 2024.
Bernardino Montejano
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