Suero, efectos adversos. ¿Pero algunos católicos no deberían hacer un mea culpa?
25 Ottobre 2023
Marco Tosatti
Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, ofrecemos a vuestra atención este post publicado en X (ex Twitter) por el arzobispo Carlo Maria Viganò, en tema del suero, la Iglesia, las complicidades y los silencios (no olvidemos a la cúpula de la jerarquía con su “acto de amor…”). Y si parva licet componere magnis [si está permitido combinar cosas pequeñas con grandes], con nuestra pequeñez nos asociamos a los sentimientos expresados en este post. Feliz lectura y difusión.
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Hace tres años fui el primero -y sin duda el primer obispo- en denunciar el fraude de la pandemia y de la vacunación. Expresé con argumentos que hoy emergen como verdaderos y bien fundados que son los problemas críticos y la inmoralidad de un tratamiento génico experimental, para cuya producción se utilizaron y se utilizan fetos abortados. También escribí dos cartas abiertas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que siguen sin respuesta.
Hubo quienes en círculos conservadores llegaron a atacarme personalmente y recurrieron a las declaraciones no probadas y claramente falsas de una médica que trabajaba con su marido para BigPharma.
Expresé mi consternación por el silencio de los obispos, sacerdotes y párrocos, de muchos trabajadores religiosos comprometidos en los hospitales, y por el celo servil con el que la Jerarquía Católica se amoldó a las dementes y criminales regulaciones sanitarias y a la promoción del suero por parte de Bergoglio. Fui insultado públicamente en la televisión y en los medios de comunicación, mientras mis hermanos obispos guardaban silencio. Frente a un crimen contra la humanidad que siguió teniendo lugar ante nuestros ojos durante tres años con la aprobación y el aliento de Bergoglio, habría pensado que muchos Pastores habrían encontrado el coraje para alzar sus voces y unirse a mi denuncia del plan de despoblación mundial implementado por el Foro Económico Mundial, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Rockefeller, la OMS y la ONU, mientras los fondos de estos criminales también fueron entregados al Vaticano, transformando a Bergoglio en un vendedor de vacunas y un partidario del fraude climático, que ahora se ha convertido en “magisterium” con Laudate Deum y con la “Iglesia amazónica y sinodal”.
Nemo propheta in sua patria [Nadie es profeta en su patria]. Pero si hoy algunos sacerdotes se rinden a la evidencia y piden a los periodistas católicos que digan la verdad sobre los efectos adversos, me pregunto con qué serenidad han acallado hasta ahora su conciencia, y si su silencio y su temeroso silencio -como el de los médicos, policías, magistrados, maestros y gobernantes- no se ha convertido hoy en una tímida protesta sólo porque ven acercarse el enfrentamiento y temen por su propia reputación más que por la salud de los miles de millones de personas sometidas a la inoculación de un producto que desde el principio se sabía que era peligroso e incluso letal.
Su silencio sobre el fraude pandémico es idéntico al que guardan sobre la apostasía de la jerarquía católica. Y la responsabilidad moral que pesa sobre ellos permanecerá como una mancha indeleble por la que tendrán que responder ante Dios, ante los hombres y ante la Historia.
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Three years ago I was among the first – and certainly the first Bishop – to denounce pandemic and vaccination fraud. Expressed with arguments that today emerge as true and well-founded are the critical issues and immorality of an experimental gene treatment, which aborted fetuses were and are used to produce. I also wrote two open letters to the Congregation for the Doctrine of the Faith, which remain unanswered.
There were those in conservative circles who went so far as to attack me personally and resorted to the unproven and clearly false statements of a doctor who worked with her husband for BigPharma.
I expressed my dismay at the silence of the bishops, priests, and parish pastors, of many religious workers involved in hospitals, and at the servile zeal with which the Catholic Hierarchy conformed to the crazy and criminal health regulations and Bergoglio’s promotion of the serum. I was publicly insulted on television and in the media, while my brother bishops were silent. Faced with a crime against humanity that has continued to take place before our eyes for three years with the approval and encouragement of Bergoglio, I would have thought that many Pastors would have found the courage to raise their voices and join in my denunciation of the plan of world depopulation implemented by the Word Economic Forum, the Bill & Melinda Gates Foundation, the Rockefeller Foundation, the WHO, and the UN, while the funds of these criminals were also given to the Vatican, transforming Bergoglio into a vaccine salesman and a supporter of climate fraud, which has now become “magisterium” with Laudate Deum and with the “Amazonian and synodal church.”
Nemo propheta in sua patria. But if today some priests surrender to the evidence and ask Catholic journalists to tell the truth about the adverse effects, I wonder with what serenity they have so far silenced their conscience, and if their silence and fearful silence – like that of the doctors, police forces, magistrates, teachers and governors – has not turned into a timid protest today just because they see the showdown approaching and fear for their own reputation more than for the health of the billions of people subjected to the inoculation of a product that was known from the beginning to be dangerous and even lethal.
Their silence on the pandemic fraud is identical to that on the apostasy of the Catholic Hierarchy. And the moral responsibility that weighs on them will remain as an indelible stain for which they will have to answer to God, to men, and to History.
Martina Pastorelli
@CathVoicesITA
Publicado el 24 de octubre de 2023 en ingles y en italiano en Siero, Effetti Avversi. Ma Alcuni Cattolici non Dovrebbero Fare un Mea Culpa?
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Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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Tag: covid, siero, vaccino, vigano
Categoria: Generale
Ancora nella mia partocchio a Milano, e forse in tutte le altre diocesi italiane, sull’altare accanto alle ampolle del vino e dell’acqua fa bella mostra di se il flaccone del gel disinfettante. Prima di didtribuire le ostie consacrate ai fedeli il sacerdote si asperge le mani e le frega coscienziosamente ( un gesto che mi ricorda quello di Pilato). Gli altri ministri dell’Eucatistia non fanno altrettanto (le loro mani sono ‘naturaliter’ asettiche ?).
Ho passato le mie ferie in Peru, Laggiù il flaccone igenizzante non è posato sull’altare, ma su un tavolino appartato, e il celebrante non si deterge pubblicamente le mani prima di disyribuire le ostie consacrate.
L’armonia del rito non dovrebbe essere intertotta dal gesto profano, che potrebbe essere eseguito in sacrestia subito prima della celebrazione.
Per me questo atto significa: non ci fidiamo della Divina Misericordia, e rimediamo secondo la nostra logica mondana.
Che fiducia possiamo accordare ai Pastori che hanno deciso questo ?