La apostasía de la Iglesia es un flagelo permitido por Dios – Arzobispo Carlo Maria Viganò  

19 Giugno 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, recibimos y publicamos con gusto este mensaje del arzobispo Carlo Maria Viganò. Feliz lectura y difusión.

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MENSAJE

a los participantes en la Procesión Eucarística

en reparación a los ultrajes blasfemos

de la secta LGBTQ

Alabado sea Jesucristo. Dirijo mis saludos a todos ustedes, sacerdotes, religiosos y laicos, que hoy participan en la solemne Procesión Eucarística en reparación por los recientes ultrajes dirigidos contra Dios y contra nuestra santa Religión. En una fase de gravísima crisis en la Iglesia y de furiosos ataques a los Mandamientos de Dios y a la Ley Natural, nos impacta a todos -es más, nos duele- el silencio cómplice y cobarde de la Arquidiócesis de Los Ángeles, preocupada por no herir la sensibilidad del mundo y, de hecho, por seguir y casi anticipar sus planes, pero no por traicionar a Nuestro Señor en el preciso momento en que es ofendido y blasfemado. En cambio, expresamos nuestra gratitud a monseñor Joseph Eduard Strickland, obispo de Tyler (Texas): que su valiente llamamiento a un acto público de reparación sea un ejemplo y una advertencia para otros de sus cohermanos, cuyo silencio es ensordecedor, así como tardíamente enfatizado por el llamamiento de la USCCB (aquí) a recitar las Letanías del Sacratísimo Corazón, sin mencionar ni los actos blasfemos a reparar ni a sus autores y cómplices.

Hoy celebramos la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús, fiesta que el Señor mandó celebrar solemnemente el viernes siguiente a la Octava del Corpus Christi, apareciéndosele en 1673 a santa Margarita María Alacoque, monja y mística francesa. Fue a esta monja a quien Jesús prometió el don de morir en la Gracia de Dios a aquellas almas que durante nueve primeros viernes de mes consecutivos hubieran comulgado dignamente. Nuestro Señor pidió al rey Luis XIV que consagrara Francia a su Sacratísimo Corazón y que lo representara en los estandartes del Reino, anunciándole que si no lo hacía sus enemigos derrocarían la Monarquía. Pero si la no consagración de Francia pudo causar la ruina espiritual y material de esta ilustre nación por medio de una sangrienta Revolución; si la no consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María hubiera provocado en 1917 -como anunció la Santísima Virgen en Fátima- la propagación de los errores del materialismo ateo y del comunismo por todo el mundo; ¿qué castigo pende sobre este mundo rebelde, dominado ahora por los servidores de Satanás y por los adoradores del diablo? ¿Y qué castigo pende sobre el cuerpo eclesiástico, cuyos prelados hacen diariamente profesión de obediencia al régimen globalista del Nuevo Orden Mundial, legitimando incluso los pecados que claman venganza a los ojos de Dios, y callan culpablemente cuando los enemigos de Cristo vomitan sus blasfemias y ofenden las cosas más santas de la Religión?

Tal vez deberíamos empezar a considerar la apostasía actual como un flagelo permitido por Dios para castigar una infidelidad que persiste desde hace sesenta años en la Iglesia, en un crescendo de traiciones que tienen como único fin -ahora podemos reconocerlo- la cancelación de la Fe católica enseñada por el Señor a los Apóstoles y la sustitución de la Iglesia por una falsificación humanitaria y horizontal inspirada en los principios subversivos de la masonería y del culto al hombre.

Hoy celebramos el Misterio del Amor infinito de Jesucristo -simbolizado por su Corazón palpitante e inflamado de Caridad-, que vino a encarnarse, a sufrir y morir por nosotros en la Cruz, ofreciendo al Padre eterno la expiación perfecta por todos los pecados cometidos por los hombres desde el pecado original. Ese Amor divino, ese Dios que es Amor perfectísimo, viene a cerrar la Octava de la fiesta del Corpus Christi, como para sellar el legado de ese Amor que el Señor nos deja con su Presencia en el Santísimo Sacramento del Altar. En efecto, es por nuestro amor por lo que el Señor quiso instituir la Santísima Eucaristía: Él permanece presente bajo los humildes velos del pan eucarístico, dispuesto a sufrir irreverencias y profanaciones, para tener el consuelo de ver a tantas almas buenas, a tantos niños, a tantos jóvenes, a tantos matrimonios, arrodillados ante el sagrario o reunidos en torno a la custodia radiante. Y a tantos pecadores, que esos defectos y debilidades vienen a sanar volviéndose al Señor, confiando en su santa ayuda, reconociéndose humildemente necesitados de perdón y de Gracia.

¿Por qué, entonces, tanto encarnizamiento contra el Bien? ¿Por qué esa furia contra las personas buenas que dedican su vida al prójimo, si no es el rechazo orgulloso de la salvación eterna por parte de quienes no aceptan que haya Redención alguna porque se obstinan en negar que haya una culpa que expiar y una humanidad culpable? ¡Qué incomprensión del valor de la vida consagrada demuestran los que parodian a las monjas, que en el silencio de los claustros también rezan por ellos! Y qué cobardía por parte de la opinión pública y del equipo de los Dodgers de Los Ángeles, que toleran y aprueban comportamientos que en cambio merecen la execración pública.

Mientras ustedes honran a Jesús Sacramentado, otros desgraciados celebran en todo el mundo occidental el orgullo de violar los Mandamientos de Dios y la misma Ley natural, con el apoyo de las instituciones públicas, el aliento de los líderes religiosos, los patrocinios de las multinacionales, la participación del mundo del entretenimiento y de la información. Esto bastaría para hacernos entender cómo los verdaderamente discriminados hoy son los que no están dispuestos a apostatar de la fe cristiana para abrazar la idolatría woke.

La dictadura globalista -impuesta y financiada por conocidos conspiradores- no quiere valorar la diversidad, sino anularla; no quiere nuestra libertad, sino la esclavitud del vicio, la dependencia de un poder pervertido que sólo recompensa a sus cómplices, el servilismo a élites corruptas que nadie ha elegido y que nadie se atreve a detener por alta traición.

Dinero, poder, placer, éxito, inmortalidad: las seducciones del Maligno son siempre las mismas. Seréis como dioses, dijo la Serpiente a Adán y Eva, mintiendo. ¿Qué promesa más absurda, qué fraude más desvergonzado podría haber urdido Satanás para convencer a nuestros Progenitores de que desobedecieran a Dios? Sin embargo, creyeron que una criatura rebelde al Todopoderoso podría hacerlos como dioses, darles el conocimiento del Bien y del Mal, es decir, poder decidir lo que es justo y lo que no lo es, prerrogativa exclusiva de Dios.

La misma promesa falsa y homicida se nos repite cada vez que somos sometidos a la tentación, porque el Maligno quiere inducirnos no sólo a pecar, sino incluso a usurpar la autoridad de Dios para establecer cómo debemos comportarnos, negar que esa acción sea pecaminosa, que con ella nos hacemos responsables de los tormentos de la Pasión de Cristo. ¿Pero quiénes somos nosotros para sustituir la Majestad de Dios y decidir qué es el Bien y qué es el Mal? ¿Qué delirio de omnipotencia puede desviar la mente del hombre pecador, para inducirlo a despreciar el Amor divino que hace arder el Corazón de Jesús con la Caridad, prefiriendo la condenación eterna en el odio inextinguible hacia nuestro Creador y Redentor, arrojándonos muertos entre los brazos del que es homicida desde el principio? ¿Y qué loca ceguera -que recuerda a la del Sanedrín al pie de la Cruz- puede llevar a los Ministros del Altísimo a hacerse cómplices de esta subversión infernal del orden divino?

La secularización de la Iglesia que se viene dando desde hace más de medio siglo ha llevado a la jerarquía católica a avergonzarse de la Verdad, del Hijo de Dios, Palabra eterna del Padre, de Cristo que es Señor y Rey de la Iglesia y de las Naciones no sólo por derecho divino, sino también por derecho de conquista, desde el momento que con Su Sacrificio nos rescató -al precio de Su Sangre- después que habíamos elegido la muerte y la condenación, cediendo a la tentación de la Serpiente.

Esta secularización ha sido posible gracias a dos pecados del intelecto -la herejía y la soberbia- unidos a dos no menos graves de la voluntad -la fornicación y el pecado contra natura. Este extravío se ha abierto camino en muchos sacerdotes y obispos, cegando sus mentes con la presunción y embotando su voluntad con la impureza.

Seréis como dioses. La teoría de género, la corrupción de niños y de los jóvenes con el odioso adoctrinamiento LGBTQ+, la perversión del amor conyugal, los vientres de alquiler, el aborto, la eutanasia, la transición de género, la mutilación genital y la manipulación genética son intentos grotescos de sustituir a Dios en el acto de la creación, para borrar del hombre y de la naturaleza misma la impronta divina del Creador, para matar el alma con el pecado y con el vicio, esa alma que la Santísima Trinidad puede hacer pura y santa por medio de la Gracia, para poder habitar en ella y colmarla de bendiciones.

Es esta sorda envidia lívida y este odio eterno del eterno Derrotado lo que lleva al diablo a intentar arrebatar a Dios tantas almas como pueda, engañándose a sí mismo que puede frustrar Su Pasión y Muerte. Por eso se ensaña principalmente contra la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, también ella destinada como su Cabeza divina a sufrir y padecer. Pero éste es un loco delirio destinado al fracaso, porque Nuestro Señor ha vencido al mundo, y nada podrá cambiar ni mitigar esta victoria. El castigo de estos horrores ya está contenido en su misma naturaleza, que es estéril, incapaz de generar, de dar la vida, y que, por el contrario, sólo sabe dar desesperación, dolor, enfermedad y muerte.

El gran engaño de Satanás, queridos hermanos, consiste en hacer creer a las almas que pueden prescindir de Dios, que pueden construir un mundo en el que la “fraternidad humana” sustituya a la Caridad cristiana, en la que el amor al prójimo se basa en cambio en el amor a Dios y en el amor de Dios por nosotros. Pero este mundo utópico, este paraíso en el que los hombres deberían ser hermanos sin reconocerse en Cristo como hijos del único Padre eterno, es en realidad el infierno en la tierra, la distopía que Satanás quiere instaurar para preparar el reino del Anticristo. Un infierno en el que las madres matan a los niños en sus propios vientres o los venden a parejas que no pueden tenerlos. Un infierno que castra y mutila horriblemente a los niños con la ilusión de hacerles parecer lo que nunca jamás podrán llegar a ser, mientras decreta la muerte de millones de criaturas en el vientre materno. Un infierno que mata a los ancianos, a los enfermos y a los pobres porque sus vidas no merecen ser vividas, al mismo tiempo que tolera o incluso alienta el horror de la pedofilia, de la depredación de órganos, del tráfico de niños y de la explotación de los pobres y de los migrantes.

Hemos escuchado con horror las repugnante declaraciones de un jesuita estadounidense que hoy es aclamado como defensor de la causa LGBTQ dentro de la Iglesia conciliar y que, a diferencia de tantos buenos pastores, es calurosamente acogido y alentado por Bergoglio. Escuchar a este indigno religioso promover el vicio y afirmar que no hay contradicción entre la celebración del Sagrado Corazón y las obscenas manifestaciones del Orgullo [Gay] es motivo de escándalo para los fieles, una vergüenza para la Santa Iglesia y un ultraje blasfemo contra Nuestro Señor. Sólo un alma extraviada puede llegar a semejante aberración, sin darse cuenta de la gravedad de estas afirmaciones. Y uno se pregunta si, en su afán de complacer a los sodomitas confirmándolos en el pecado, este jesuita hereje no pretende legitimar para sí y para sus partidarios lo que la Ley natural y la divina decretan como pecaminoso. Pero peor que este jesuita indigno son los que le protegen, mientras persiguen a los buenos sacerdotes que son, a sus ojos, culpables de predicar según lo que Cristo ha enseñado y lo que la Iglesia custodia. Esta tolerancia del mal es aún más cobarde cuando va acompañada del abuso de poder en casos opuestos, cuando los obispos permiten que en iglesias se celebre el Orgullo pero prohíben la celebración de la Misa Apostólica, cuando las sanciones canónicas no se aplican a los prelados y sacerdotes depredadores, sino a quienes se atreven a denunciar a los clérigos herejes o pervertidos.

Les exhorto a rezar, en esta procesión de reparación pública, por los responsables de las ofensas públicas a la Majestad divina. A pedir al Señor que toque el corazón de quienes -quizá seducidos por los engaños de la corriente dominante– piensan que la práctica de la homosexualidad no es intrínsecamente pecaminosa y que, como tal, no debe ser condenada por la Moral católica; que toque el corazón de quienes, inducidos a acompañar inclinaciones que una educación sana y una vida interior sólida habrían podrían corregir serenamente, se dejan engañar por mercenarios o lobos disfrazados con piel de cordero para creer que su conducta no les priva de la Gracia de Dios. Les pido que recen también por quienes, desde puestos de responsabilidad, no rechazan obedientemente toda cooperación con la locura woke, sin darse cuenta de que la subversión moral de las naciones es la premisa de las luchas fratricidas, de la sedición, de la guerra civil: y con los desórdenes, es la legitimación de nuevos controles, de nuevas restricciones y de nuevas discriminaciones.

A estas pobres almas les digo: ¡No se dejen engañar! ¡Despierten de esta hipnosis, antes de que sea demasiado tarde! Tengan la humildad de correr al pie de la Cruz, donde aquel Sacratísimo Corazón fue traspasado por la lanza para hacer brotar sangre y agua, y griten con corazón de hijos vuestro arrepentimiento, vuestra súplica de ayuda, vuestra confianza en el socorro sobrenatural de Dios, que prueba a todos, no para verlos caer, sino para que se levanten vencedores y merezcan el premio eterno.

Refúgiense en Corazón divino, para que Cristo dé sentido y propósito a sus vidas, y para que Satanás no pueda corromperlos y les arrastre con él a la desesperación eterna del Infierno. Ni la satisfacción de todos los placeres, ni la arrogante ostentación de las obscenidades, ni la parodia de la familia y del amor conyugal podrán jamás dar paz a vuestros corazones. Nunca jamás ustedes podrán ser dioses, porque esa ilusión proviene del mismo que conoce bien cuáles son las consecuencias de su rebelión, de su Non serviam.

Ustedes tendrán paz -la paz de Cristo, que no es la paz del mundo- sólo cuando aprendan que el amor humano es un reflejo del amor divino, y que no se puede amar al prójimo cuando no se ama a Aquél que nos ha creado, y que derramó Su Sangre en la Cruz. Aquél que quiere que todos se salven, y que asegura a cada uno la ayuda que hace posible esta salvación. Aquél que quiere que todos seamos santos, mientras que Satanás nos querría a todos condenados.

No se dejen engañar por quienes hoy se sirven de ustedes para socavar los cimientos de la convivencia civil y de la moral social, pero que mañana no dudarán en hacerlos desaparecer, cuando nuevas transgresiones y nuevos horrores requieran nuevas víctimas a las que explotar: travestis, transexuales, transgéneros, transhumanos o cualquier otra cosa que inventen. No permitan que vuestra debilidad sea utilizada contra ustedes y contra vuestra alma, sino que hagan de ella una oportunidad de mejoramiento interior, para no ser esclavos de las pasiones y de los vicios, sino con la Gracia de Dios victoriosos sobre el mundo, sobre la carne y sobre el demonio.

Satanás es príncipe de este mundo, y su poder sólo es tolerado temporalmente por Dios. Pero Satanás pretende reinar, usurpar la autoridad de Cristo, único y verdadero Rey del mundo, de las naciones, de las sociedades y de las almas. Oportet illum regnare, es necesario que Cristo reine, porque donde Cristo no reina, el usurpador, Satanás, toma el poder y con él gobiernan sus servidores, que ahora ni siquiera disimulan su devoción al diablo.

Pero para que Cristo reine no basta honrarlo con una solemne procesión eucarística: es necesario que por parte de todos los fieles -y de sus Pastores- renazca el amor a Jesucristo como respuesta generosa y vital al amor que Él nos tiene. Es necesario que nos dejemos sobrecoger por este amor, que cada fibra de nuestro cuerpo, cada pensamiento nuestro, cada latido de nuestro corazón sea movido por el amor de Dios, por la determinación de cumplir Su voluntad, por el deseo incontenible de difundir lo más posible este amor, esta Caridad divina. Cuando también los sacerdotes, los religiosos, los Obispos, los Cardenales y -si el Cielo quiere- también los que deberían presidir en la caridad se dejen conquistar por el amor de Dios y ejerzan su Ministerio animados por este fuego espiritual, la respuesta del Señor no se hará esperar y superará todas nuestras esperanzas.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

16 de junio de 2023

Sacratissimi Cordis Domini Nostri Jesu Christi

 

Publicado originalmente en Italiano el 16 de junio de 2023 en https://www.marcotosatti.com/2023/06/16/vigano-lapostasia-della-chiesa-e-un-flagello-permesso-da-dio/

 

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

 

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