Josef Seifert: Las monstruosidades de Francisco destruyen la fe y la moral.

12 Maggio 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, Vincenzo Fedele, a quien agradecemos de corazón, ofrece a vuestra atención este artículo, en su traducción, aparecido en Gloria.Tv. Feliz lectura y difusión.

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Seifert: Las monstruosidades de Francisco destruyen la fe y la moral

 

Francisco está destruyendo los fundamentos de la fe y la moral, escribe el filósofo austriaco Josef Seifert, quien actualmente enseña en la Universidad de Múnich, en una Carta abierta a los cardenales enviada el 2 de mayo y que se adjunta a continuación.

Seifert no comprende cómo todos los cardenales, salvo los de los Dubia, se mantienen simplemente en silencio sobre el problema de Francisco. Ejemplos de Seifert:

– su aseveración de que Dios desea positivamente la diversidad de religiones (Declaración de Abu Dhabi);

– su apoyo a los concubinos homosexuales;

– su negación de la existencia de actos que son siempre y en todas partes malos, por ejemplo, el adulterio (Amoris Laetitia);

– su falsa enseñanza sobre la pena de muerte (Catecismo de la Iglesia Católica);

– su afirmación de que el infierno está vacío;

– su afirmación de que las almas de los pecadores mortales son “destruidas” después de la muerte (también afirmada por los Testigos de Jehová).

 

“Hasta donde conozco, nunca ha habido un Papa en la historia de la Iglesia que haya afirmado monstruosidades similares”, explica Seifert. Él esperaría que todos los cardenales escribieran a Francisco como un solo hombre y le exigieran que se retractara de la apóstata Declaración de Abu Dhabi.

En realidad, no defienden la fe, sino que silencian a los críticos, añade Seifert. 

En realidad, no están defendiendo la fe, sino silenciando a los críticos, añade Seifert.

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Carta abierta a todos los Cardenales, Arzobispos y Obispos de la Santa Iglesia Católica — Josef Seifert

30 de abril de 2023, Fiesta de Santa Catalina de Siena

Eminencias, Reverendísimos Cardenales, Arzobispos y Obispos de la Iglesia Católica,

Hace dos años y medio escribí la siguiente carta a un cardenal con quien he mantenido una relación de amistad durante años y que, poco antes, como muchos otros obispos y cardenales, dijo en una entrevista, que también fue publicada, que las críticas al papa Francisco son un gran mal que debería ser erradicado. El cardenal al que me dirigí contestó a mi carta con mucho afecto, pero que yo sepa no se ha tomado ninguna medida.

Ante el fallecimiento del papa Benedicto XVI y la noticia de que el papa Francisco ya ha firmado una carta de renuncia a su cargo que se hará efectiva en caso de un deterioro significativo de su salud, y por tanto ante un cónclave que puede convocarse próximamente, pienso que el contenido de esta carta concierne a todos los cardenales y también a los arzobispos y obispos. En consecuencia, dirijo esta carta -de la que he eliminado todo signo que hace referencia a qué cardenal fue escrita originalmente- como una carta abierta a todos los cardenales, es más, a todos los que tienen responsabilidades de diverso grado en la Iglesia. Quiera el Espíritu Santo que todo el contenido de esta carta, que corresponde a la verdad y a la voluntad de Dios, sea fecundo para el bien de Santa Iglesia y de muchas almas, y que ni una sola palabra en ella perjudique a la Iglesia, Esposa de Cristo. He elegido la festividad de Santa Catalina de Siena para su publicación, porque ella combinó de modo único la más íntima reverencia hacia el Papa como Vicario de Cristo en la tierra con una crítica implacable a dos Papas muy diferentes. Pasemos ahora al texto de la carta, que cada uno de vosotros puede leer como dirigida personalmente a él.

 

Eminencia, Reverendo Cardenal…

Debo confesar que estoy preocupado y entristecido por una declaración que supuestamente proviene de usted sobre las críticas al papa Francisco. Usted dijo en una entrevista, si nos fiamos de los medios de comunicación, que las críticas al Papa son un “fenómeno decididamente negativo que debe ser erradicado cuanto antes” y subraya que el Papa es “el Papa y garante de la fe católica”.

¿Cómo puede decir Usted que las críticas al Papa son un mal? ¿Acaso el apóstol Pablo no criticó enérgica y públicamente ya al primer papa Pedro? ¿Acaso Santa Catalina de Siena no criticó aún más duramente a dos papas?

Usted no parece entender por qué muchos católicos pueden criticar al papa Francisco, aunque sea “el Papa”. A la inversa, no entiendo cómo, a todas luces, todos los cardenales -excepto los cuatro de los Dubia- permanecen en silencio y no hacen preguntas críticas al Papa. Porque hay muchas cosas que el papa Francisco dice y hace que deberían suscitar no sólo preguntas críticas, sino también críticas cariñosas. Recordemos la Declaración sobre la Fraternidad de todos los pueblos firmada por el papa Francisco junto con el gran imán Ahmad Mohammad Al-Tayyeb, que declara: “El pluralismo y la diversidad de religiones, color, sexo, etnia y lengua son queridos por Dios en su sabiduría, a través de las cuales creó a los seres humanos”. (Aún más irritante es la versión inglesa: “El pluralismo y la diversidad de religiones, color, sexo, raza e idioma son queridos por Dios en Su sabiduría, a través de las cuales creó a los seres humanos”).

¿No sería una herejía y una terrible confusión afirmar que Dios -al igual que quiso la diferencia de los dos sexos, es decir, con su voluntad positiva- también quiso directamente la diferencia de religiones y, por tanto, todas las idolatrías y herejías? Sí, ¿no es la Declaración de Abu Dhabi mucho peor que la herejía, es decir, la apostasía? ¿Cómo puede Dios, con Su voluntad creadora positiva, haber querido religiones que rechazan la divinidad de Jesús, niegan la Santísima Trinidad, rechazan el bautismo y todos los sacramentos y el sacerdocio? ¿O cómo pudo haber querido el politeísmo o el culto al ídolo Baal o a la Pachamama? ¿No contradice esto totalmente el mensaje del profeta Elías y de todos los demás profetas y las palabras de Jesús?

¿No deberían todos ustedes, cardenales y obispos, pronunciar su firme “non possumus” cuando Francisco exige que este “documento” sea la base para la formación de los sacerdotes en todos los seminarios y facultades de teología?

Dios no puede haber querido o aprobado directa y positivamente ni siquiera las confesiones cristianas heréticas, en lugar de simplemente permitirlas, ya que éstas niegan pilares de la fe bíblica y católica, como la enseñanza bíblica de que nuestra salvación eterna no se logra sólo por la gracia de Dios, sino que requiere nuestra libre cooperación y buenas obras. ¿Cómo puede entonces Él, con su voluntad directa y positiva, querer religiones que rechazan todo el fundamento de la fe cristiana y a Cristo mismo?

Por muy cierto que sea en sí mismo “que el Papa es el Papa y el garante de la fe”, esta afirmación no puede aplicarse a un Papa que firmó la Declaración de Abu Dhabi y la difundió por todo el mundo, y que ha dicho y hecho muchas otras cosas contrarias a la enseñanza coherente de la Iglesia.

Su afirmación de que hay que promover las alianzas civiles/uniones civiles de homosexuales contradice directamente las claras afirmaciones del Magisterio de la Iglesia (cf. las Consideraciones sobre los proyectos de reconocimiento legal de la convivencia entre personas homosexuales, del 3 de junio de 2003, publicadas bajo el pontificado de San Juan Pablo II), ¡sino sobre todo la Sagrada Escritura y toda la tradición de la Iglesia! ¿No deberían todos ustedes, cardenales, como hizo maravillosamente el obispo Athanasius Schneider, realizar un verdadero acto de amor al Papa y expresar esto públicamente y con la misma claridad que él lo hizo, con la debida claridad?

El papa Francisco -lo digo con el corazón sangrante- no es el “garante de la fe”, sino que constantemente destruye cada vez más los fundamentos de la fe y la moral con esta y muchas otras declaraciones y pronunciamientos. Hasta donde conozco, nunca ha habido un Papa en la historia de la Iglesia que haya afirmado monstruosidades semejantes. ¿Cómo debo responder a un querido y profundamente creyente amigo luterano, por cuya conversión rezo desde hace años, cuando me escribe que con esta Declaración de Abu Dhabi la Iglesia católica ha abandonado el suelo del cristianismo?

¿No está claro que un próximo Papa debe condenar como apóstata esta enseñanza de Abu Dhabi que Francisco envía a todos los seminarios de sacerdotes y facultades católicas? ¿Cómo puede justificar la Iglesia anatematizar al papa Honorio por una desviación infinitamente menor de la Fe y condenarlo, si ella no condena unas declaraciones tan escandalosas? ¿No tendrían que escribir todos los cardenales al Papa como un solo hombre y pedirle que retire esta declaración apóstata?

¿No tendréis que temblar los cardenales ante el momento en que Cristo les pregunte cómo han podido cumplir el solemne mandato misionero de Jesús si no han protestado contra la Declaración de Abu Dhabi, que dice lo diametralmente opuesto a las palabras de Jesús?

“Por último, estando los once sentados a la mesa, se manifestó… Y les dijo: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará” (Mc 16, 14).

¿Cómo pudieron permanecer en silencio también todos ustedes sobre los más que justificados Dubia del cardenal Caffarra -que aún me llamaba en vísperas de su muerte y al que tuve que prometer que seguiría defendiendo la verdad- y de los otros tres cardenales después de Amoris Laetitia, o incluso criticar estos Dubia? De los cardenales, sólo los cuatro cardenales de los Dubiahan formulado preguntas educadas sobre la herejía moral-teológica en Amoris Laetitia de negar implícitamente acciones intrínsecamente malas. El esplendor del bien y la existencia siempre y en todas partes (ut in omnibus) de actos malos ha sido reconocido como una piedra angular de toda ética, desde Sócrates, y fue enseñado por San Juan Pablo II como la base inamovible de la ética y de las enseñanzas morales de la Iglesia.

¿No deberían todos los cardenales haber estado de acuerdo con el cardenal Carlo Caffarra y los otros tres cardenales de los Dubia y haber exigido esta aclaración, ayudando así al Papa a proclamar la verdad? ¿No deberían todos los cardenales haberse levantado como un solo hombre y haber apoyado la correctio fraterna que el cardenal Burke anunció pero nunca llevó a cabo?

Sólo porque el anuncio del cardenal Burke de que los 4 cardenales practicarían una “correctio fraterna” sobre el Papa en caso de silencio de éste sobre esta cuestión moral central, pero esta correctio fraterna no se ha hecho ahora desde hace años ni por parte del cardenal Burke ni por parte de otros cardenales, unos pocos laicos y sacerdotes han criticado esta perversión de la doctrina en diversas declaraciones y, por así decirlo, se han puesto en la brecha para que ustedes los cardenales defiendan la verdad y el depositum fidei, como ya hicieron los laicos ante la herejía arriana, con la que el papa Liberio y la mayoría de los obispos se mostraron blandos, junto con San Atanasio y otros pocos cardenales aún fieles.

Pero en lugar de nosotros miseri laici (nosotros laicos miserables) -como (el entonces todavía monseñor) Carlo Caffarra me llamó con humor afectuoso-, ¿no les corresponde a ustedes, cardenales que deberían estar dispuestos a dar su sangre por la verdadera fe, levantar la voz contra las herejías de las que los críticos del Papa han probado que el papa Francisco ha cometido varias de ellas o al menos las ha sugerido? En lugar de una prohibición contra los que critican las declaraciones del Papa, ¿no hay más bien un mandamiento de reprensión fraterna o filial?

¿Y ahora ustedes levantan su voz no por la defensio fidei, sino para silenciar a estos críticos, ciertamente para querer “erradicar” toda crítica?

¿No tendrían que protestar todos los cardenales en muchos otros casos, por ejemplo, cuando el Papa introduce arbitrariamente un cambio teológica y eclesiásticamente erróneo en el Catecismo Católico, que contradice las claras palabras de Dios en la Sagrada Escritura (ya en el Libro del Génesis) y muchas declaraciones doctrinales de papas sobre la pena de muerte formuladas en ininterrumpida tradición y también hechos históricos, o cuando -contra muchas palabras contundentes de Jesús y de dogmas de la Iglesia católica- habla de infierno vacío o incluso, como los Testigos de Jehová, afirma que las almas de los pecadores no arrepentidos no van al infierno sino que son destruidas?

Querido amigo, este escenario de un Papa que negó la existencia de la única Iglesia verdadera y la fe in unam sanctam, catholicam et apostolicam ecclesiam, si no explícita sí por cierto implícitamente en Abu Dhabi, y se comporta como señor sobre las enseñanzas de Jesucristo y de la Iglesia, y tantos cardenales silenciosos, es un fastidio para muchos creyentes como yo, pone en peligro nuestra fe y causa un daño inconmensurable a la Iglesia y a las almas.

Le pido, sin embargo, que alce su voz por la verdad sin ambages y que mueva también a otros cardenales a decir la verdad oportuna e inoportunamente, aunque esto pueda revelar la terrible crisis y cisma en la Iglesia en medio de la cual nos encontramos y aunque algunos pusillae animae puedan ver erróneamente en ello un scandalum.

No se trata de una cuestión cultural de un Papa latinoamericano. No es una cuestión de gusto, estilo o temperamento. No, es el sí o el no a Cristo que nos dijo que prediquemos el Evangelio a todos los pueblos y naciones; quien crea en él se salvará, pero quien no crea en él se condenará. ¿Puede el Papa abrogar de facto este mandato misionero mediante la Declaración de Abu Dhabi?

¿Él puede nombrar e incluso honrar personalmente y premiar en la Academia Pontificia para la Vida a teólogos morales que contradicen el núcleo de la enseñanza moral bíblica y de la Iglesia y las encíclicas Humanae Vitae, Evangelium Vitae y Veritatis Splendor? ¿Cómo pueden ustedes, cardenales (y especialmente ustedes, que durante muchos años trabajaron bajo la dirección del santo papa Juan Pablo II y el papa Benedicto XVI sirviendo a la Iglesia tan fielmente) permanecer en silencio sobre esta y muchas otras “desolaciones del santuario” en lugar de hacer mucho más que los laicos y teólogos críticos para hacer todo lo posible para proclamar esas muchas verdades de la fe que el Papa contradice abierta o tácitamente con palabras y también con hechos (como la celebración de la Reforma (protestante), la erección de la estatua de Lutero en el Vaticano, el sello conmemorativo de la Reforma, el culto a la Pachamama en los Jardines Vaticanos y en la Basílica de San Pedro, etc.), y suplicarle que encuentre la brújula segura de su doctrina sólo en la verdad de la Sagrada Escritura y en los dogmas inmutables de la Iglesia, y que no se permita cambiar ni un ápice de ellos, y mucho menos la sustancia de la fe?

Con profundo dolor por las muchas heridas de la Iglesia, Esposa de Cristo, y con amor a Jesús y a la Iglesia fundada por Él sobre la roca de Pedro

En Cristo

Vuestro Josef

 

P.D.: Espero desde el fondo de mi alma vuestra respuesta de palabra y de obra, que sería un acto de amor a Jesús, a María, a la Santísima Trinidad, a la Iglesia, al alma del Papa y a muchas otras almas. Con San Juan Pablo les grito: ¡coraje! Luchen con valentía y sin reservas por la verdad, por Cristo y por la Iglesia, por las almas, incluidas las del papa Francisco, y por la unidad de todos los cristianos, que sólo es posible en la verdad.

 

Vuestro Josef

Profesor Dr. en Filosofía, Dr. Honoris causa Josef M. Seifert, actualmente profesor de filosofía en la Ludwig Maximiliam Universitat (LMU), de Múnich.

 

Publicado en italiano el 11 de mayo de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/05/11/seifert-le-mostruosita-di-francesco-distruggono-fede-e-morale/

Traducción del texto italiano y de la carta publicada originalmente en inglés por: José Arturo Quarracino

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