Don Alberto Strumia: ¿Contra quién es la batalla? Pensiero Cattolico.

14 Marzo 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, ofrecemos a vuestra atención estas reflexiones de don Alberto Strumia, que agradecemos de corazón, aparecidas en Il Pensiero Cattolico. Feliz lectura y meditación.

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Don Alberto Strumia: ¿Contra quién es la batalla?

Hoy es común, entre quienes -y no son muchos, aunque tampoco son muy pocos- son conscientes de la gravedad tanto de la situación eclesial-eclesiástica (desorden doctrinal y moral, contrastes entre los llamados “progresistas” y los llamados “tradicionalistas”, divisiones entre los laicos y entre los eclesiásticos, escándalos de todo tipo, posiciones heréticas/eróticas, cismáticas/cismatizantes, y diversas formas de apostasía pura y simple, etc.), como de la situación sociopolítica… es frecuente y urgente tratar de poner remedio. Para ello vemos actuar diversas formas de proceder que, cuando se comprueban los hechos -si bien pueden ser en sí mismas, al menos en ciertos casos, incluso parcialmente buenas, y estar animadas por excelentes intenciones- resultan insuficientes, últimamente inadecuadas, no suficientemente “realistas”:

– o porque no tienen en cuenta la “totalidad de los factores” en juego (por utilizar una expresión muy querida por don Giussani);

– o porque son “ilusorias”, debidas a la ilusión de poder realizar de golpe proyectos grandiosos con fuerzas insuficientes, ya que son demasiado humanas. En este caso, el riesgo es el de un involuntario “delirio de omnipotencia”, que acaba siendo la contracara de la medalla de la de los actuales “amos del mundo”.  ¡Siempre será mejor proceder gradualmente en la realización de lo que se ha planeado!

 

1. Es ciertamente inadecuado limitarse a intentar “tapar los agujeros”, como en el plano sociopolítico intentan hacer los gobiernos, incluso los más “sabios” y no conniventes con las ideologías del mundo. No bastan, aunque sean necesarias, las intervenciones “desde fuera” de la conciencia humana (las leyes, las estructuras, las medidas judiciales, etc.).

2. Peor aún son los intentos de los medios de comunicación (TV, redes sociales, artículos, anuncios, etc.) de introducirse en las conciencias, manipulándolas, para convencerlas de la bondad de las ideologías que dominan el mundo (“pensamiento único”) sólo en aras del poder y de los intereses económico-financieros, de unos pocos sobre todos los demás; y no para el bien común. Esto acaba en guerra y en la autodestrucción, como vemos que está ocurriendo precisamente en estos últimos años.

3. Todo este modo de proceder es propio de un “horizontalismo” demasiado mundano y “humano” para ser resolutivo.

Pregunta: ¿La batalla final se juega sólo a nivel humano o hay algo más en juego?

4. En el interior de la Iglesia se puede correr el riesgo de reproducir, aunque sea involuntariamente, el mismo “modelo” de juicio y de comportamiento que vemos fuera de ella.

– los “tradicionalistas” más convencidos suelen ver todo el mal en partir del Concilio Vaticano II y todo el remedio en volver el reloj y el calendario a antes del Concilio. Lo cual, por otra parte, es prácticamente inviable y no se corresponde con la realidad.

– los “progresistas” más convencidos desearían la adecuación total de la enseñanza de la Iglesia a las ideologías del mundo (ecologismo/naturalismo hasta el panteísmo, pauperismo/migracionismo incontrolado, subversión de todas las disciplinas morales, etc.).

– Otros intentan el camino intermedio entre las dos posiciones: salvemos la Tradición, sin rechazar en bloque lo bueno, que reconocemos en el Concilio, a la luz de la “continuidad” (en la línea de Benedicto XVI). Un camino que se presenta como el más razonable, siempre y cuando no sólo tengamos en cuenta nuestras fuerzas humanas, sino que tengamos en cuenta que la batalla no es sólo entre hombres y doctrinas humanas. No estamos al nivel de los que, como ya en tiempos de San Pablo, tomaban partido diciendo: “Yo soy de Pablo”, “yo soy de Apolo”, “y yo de Cefas”, “¡y yo de Cristo!” (1Cor 1, 12). Y hoy podríamos decir: “Yo soy de Francisco”, o “yo soy de Pío XII”, “yo no soy de ninguno de ellos”, “yo estoy con los ortodoxos”, etc.

5. ¿Contra quién es la batalla? ¿Se trata sólo de una alternativa entre lo que antaño se denominaba “la opción religiosa” (hoy se habla de “vuelta a las catacumbas”, “opción Benedicto”, etc.) y “el combate público hasta las últimas consecuencias”, para reconstruir una “cristiandad a lo grande”, embarcándose en grandes proyectos de construcción que por el momento permanecen sólo en el papel?

¿Nos enfrentamos a un adversario de naturaleza humana o de otra naturaleza superior?

6. Desde hace varios años, me han impactado los “juicios” sobre nuestro tiempo expresados en diversas ocasiones por algunos grandes hombres de fe y pastores, a los que considero “maestros de vida cristiana” y que he tenido la gracia de tener cerca de mí, mientras estuvieron con nosotros en esta tierra, y ahora nos ven y pienso que nos protegen desde el Cielo.

6.1. Uno de ellos ha sido el cardenal Carlo Caffarra.

– En una entrevista publicada en Tempi dijo: “Una ley que impida decir que los machos son machos y las hembras hembras es el fin de la civilización, de la adaequatio rei et intellectus (correspondencia entre realidad e intelecto), de la Verdad. Después de esto, basta, podremos decirlo todo: todo será verdadero y falso al mismo tiempo, porque si puedo decir que me siento varón, entonces soy varón, todo vale” (Tempi, 14-07-2020).

Es una instantánea del relativismo de hoy, de la situación actual. Pero sigue siendo sólo el reconocimiento de los “efectos” de la acción de un enemigo (como dijo Jesús sobre la cizaña: “Un enemigo ha hecho esto”, Mt 13, 28). ¿Y quién es ese enemigo?

– En otra entrevista (de 2017) refiriéndose a la carta con la que sor Lucía de Fátima le respondió, Caffarra pasó directamente del “efecto” a la “causa”.

Y no se detuvo en el nivel de las “causas próximas”, como hacen también hoy los mejores psicólogos, sociólogos y politólogos, que no son capaces de profundizar, porque están acostumbrados a razonar y vivir “como si Dios no existiera”, y tampoco existiera su primer adversario (¡!). Pero él fue hasta la raíz del problema.

Dijo: “Hace unos años empecé a pensar, después de casi treinta años: ‘las palabras de la Hermana Lucía se están cumpliendo’. […] Satanás está construyendo una anti-creación. […] Satanás está tratando de amenazar y destruir los dos pilares [la “vida” y la “familia”], para poder forjar otra creación. Como si estuviera provocando al Señor, diciéndole: ‘Voy a hacer otra creación, y el hombre y la mujer dirán: aquí nos gusta mucho más’”(entrevista concedida al sitio web aleteia.orgcon ocasión del cuarto encuentro del Foro de la vida en Roma, el 19 de mayo de 2017).

La batalla, según Caffarra, es pues, en primer lugar, contra Satanás que es, por naturaleza, un ángel y por tanto superior a nosotros, más poderoso que nosotros. Nuestras solas fuerzas humanas y nuestros proyectos, por bellos y grandiosos que sean, no son suficientes para vencerle. Tampoco podemos caer en la tentación de caer en ‘delirios de omnipotencia’, como hacen los ‘amos del mundo’, incluso partiendo de posiciones opuestas a ellos. Necesitamos la “humildad del realismo” que nos hace recurrir “más explícitamente a Cristo” en nuestras valoraciones y decisiones (y no sólo cuando estamos en la iglesia), porque Él es el único vencedor definitivo del demonio, porque Él es más poderoso, al ser Dios.

6.2. Esto no es motivo para el desánimo y la sensación de impotencia. Al contrario, es un motivo de certeza de la victoria. A este respecto, hace tiempo me vino a la mente la insistencia con la que otro gran maestro de vida, el cardenal Giacomo Biffi, recordaba regularmente a sus fieles y oyentes que ¡pase lo que pase, Cristo ya ha vencido!

“El creyente sabe que Cristo ya ha vencido; pero sabe también que la plena manifestación de esta victoria será un don escatológico. Esto no le desanima ni le desarma: para ser él mismo y acoger totalmente en la verdad la salvación de Dios, se esfuerza incansablemente por dar vida a la nueva sociedad, a la nueva historia, a la nueva cultura” (Para una cultura cristiana. De una carta de 1985).

Y hoy debemos añadir: en proporción a lo que es realísticamente posible en la condición histórica en la que nos encontramos. ¡No sirve luchar contra los molinos de viento!

En otro texto decía: “Soloviov también estaba seguro de que ‘sin embargo, después de una lucha corta y feroz, el partido del mal será derrotado y la minoría de los verdaderos creyentes triunfará por completo’ (cf. Mt 24, 31: “Él enviará a sus ángeles… ellos reunirán a todos sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de los cielos hasta el otro”)”. Pero añade: “La certeza del triunfo definitivo de la minoría de los creyentes no debe llevarnos a una actitud pasiva. Este triunfo no puede ser un acto puro y simple, un acto absoluto de la omnipotencia de Cristo porque, de ser así, toda la historia del cristianismo sería superflua. Es evidente que Jesucristo, para triunfar justa y razonablemente sobre el Anticristo, necesita de nuestra colaboración…’” (“La amonestación profética de Vladimir S. Soloviov”, ejercicios predicados en el Vaticano a Benedicto XVI y a la Curia romana, en 2007).

¿Y cuál es nuestro rol hoy?

Hay que saber apreciar que hay momentos en la historia en los que la parte principal recae en Dios, directamente, porque nosotros, a estas alturas, nos damos cuenta de que nos hemos convertido en “siervos inútiles. Hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17, 10) y ahora “el grueso” recae directamente en el Señor.

 

Pienso que también para nosotros sería ingenuo y poco realista no tener en cuenta contra quién se está librando la batalla decisiva, y quiénes son los principales actores y las fuerzas superiores a nosotros en el campo de batalla. Después, cada uno podrá situarse con una vocación más contemplativa o más activa, según su historia y sensibilidad, pero nunca con una actitud que olvide, en lo concreto, la centralidad de Cristo, de Dios Padre Creador, de su Espíritu Santo y de la “fuerza activa” inherente a la oración a Él. No somos nosotros, con nuestras solas fuerzas, quienes salvamos al mundo y a la Iglesia (“Sin Mí no podéis hacer nada”, Jn 15, 5). Que la compañía que procuramos mantener, incluso en las ocasiones de encuentro, sirva para recordárnoslo siempre y nos sostenga en la fe que ilumina y santifica la razón.

 

Publicado originalmente en italiano el 11 de marzo de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/03/11/38784/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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