La relación entre fe y razón en Fides et Ratio. Alberto Strumia

28 Gennaio 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Estimados amigos de Stilum Curiae, ofrecemos a vuestra atención estas reflexiones de don Alberto Strumia sobre la relación entre fe y razón, publicadas en Il Pensiero Cattolico, a qyueb agradecemos por la cortesía. Feliz lectura y compartir.

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Para un católico, la fe es la realización de la racionalidad y la razón es el terreno natural sobre el que asentar los fundamentos de la fe. El capítulo IV de la encíclica Fides et ratio, promulgada por Juan Pablo II en 1998, no sin la contribución del entonces cardenal Joseph Ratzinger, es propuesto para nuestra profundización por el reverendo profesor Alberto Strumia.  En el aniversario de Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia (28 de enero), constituye una lectura verdaderamente magistral de la historia de la relación fe/razón a lo largo de los siglos de la cultura cristiana -que un católico no debe ignorar, si no quiere acabar repitiendo los lugares comunes del pensamiento dominante-, indicando un “método” útil también para nuestro actual “trabajo cultural”.

 

La encíclica Fides et Ratio de san Juan Pablo II -fruto de la estrecha sintonía de pensamiento y acción entre san Juan Pablo II y Benedicto XVI, recientemente elevado al cielo- está entre los documentos eclesiales más censurados y menos conocidos. Si bien ofrece en su capítulo cuarto una lectura verdaderamente magistral de la historia de la relación fe/razón a lo largo de los siglos de la cultura cristiana -que un católico no debe ignorar, si no quiere acabar repitiendo los lugares comunes del pensamiento dominante-, indica un “método” útil también para nuestro “trabajo cultural” actual. Para un católico, la fe es la realización de la racionalidad y la razón es el terreno natural sobre el que se asientan los fundamentos de la fe (credo ut intelligam, intelligo ut credam). Cualquier oposición es engañosa: “Ustedes atacan a la razón. Esto es mala teología”, replicó el padre Brown de Chesterton al falso sacerdote, el ladrón Flambeau, desenmascarándolo.

En ese capítulo, la encíclica focaliza las etapas fundamentales de la historia del encuentro de fe razón.

– En la primera parte del capítulo, se señalan los pasajes que han ido madurando en vista de la constitución del espacio teórico que ha hecho pensable el cristianismo, hasta la elaboración de una disciplina teológica sistemática.

– En la segunda parte se identifican las etapas de proceso inverso que ha visto la separación progresiva entre fe y razónhasta la disgregación de la misma racionalidad filosófica.

Esta lectura de un recorrido histórico tiene la función de:

– documentar un método de elaboración cultural (en la primera parte) y

– señalar los puntos nodales problemáticos que hoy están desbloqueados (en la segunda parte),

tanto para la utilidad de la fe, como para la recuperación de una plenitud de la racionalidad como tal.

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I) Primera parte – El camino común de fe y razón

 

a) La liberación de la religión respecto al mito y su fundamento filosófica

En primer lugar, la encíclica subraya cómo a lo largo de la historia del pensamiento, incluso antes de la revelación cristiana, fue necesario dar un paso previo, fundamental para construir la propia racionalidad demostrativa: se trata del paso del mito a la filosofía.

“En efecto, uno de los mayores esfuerzos realizados por los filósofos del pensamiento clásico fue purificar de formas mitológicas la concepción que los hombres tenían de Dios. Como sabemos, también la religión griega, al igual que gran parte de las religiones cósmicas, era politeísta, llegando incluso a divinizar objetos y fenómenos de la naturaleza. Los intentos del hombre por comprender el origen de los dioses y, en ellos, del universo encontraron su primera expresión en la poesía. Las teogonías permanecen hasta hoy como el primer testimonio de esta búsqueda del hombre. Fue tarea de los padres de la filosofía mostrar el vínculo entre la razón y la religión. Dirigiendo la mirada hacia los principios universales, no se contentaron con los mitos antiguos, sino que quisieron dar fundamento racional a su creencia en la divinidad. Se inició así un camino que, abandonando las tradiciones antiguas particulares, se abría a un proceso más conforme a las exigencias de la razón universal. El objetivo que dicho proceso buscaba era la conciencia crítica de aquello en lo que se creía. El concepto de la divinidad fue el primero que se benefició de este camino. Las supersticiones fueron reconocidas como tales y la religión se purificó, al menos en parte, mediante el análisis racional. Sobre esta base los Padres de la Iglesia comenzaron un diálogo fecundo con los filósofos antiguos, abriendo el camino al anuncio y a la comprensión del Dios de Jesucristo” (n. 36).

 

b) La construcción del espacio teórico para pensar el cristianismo

En los orígenes del cristianismo la fe trató de fundamentar su credibilidad teórica utilizando principalmente los instrumentos de la lógica demostrativa y de la filosofía.

El primer trabajo a realizar, para garantizar la credibilidad de la fe, se refería a la necesidad de demostrar la no contradictoriedad lógica del contenido de la Revelación, su no irracionalidad y, más aún, su plena racionalidad. Esta fue una de las tareas fundamentales de los apologistas a partir del segundo siglo cristiano. El contenido de la Revelación puede sobrepasar -y de hecho en algunos de sus contenidos sobrepasa- la capacidad de la razón para alcanzarlo por sí misma, pero no puede ser acusado de ir contra las reglas de la lógica y, por tanto, ridiculizado y desacreditado.

Una segunda tarea, más duradera en el tiempo y exigente, requirió el largo trabajo de reelaboración de las mismas categorías filosóficas para ampliar su capacidad de contener, hasta poder acoger, sin excesivas limitaciones, la riqueza conceptual de la Revelación que iba más allá de lo que el filósofo por sí solo podía elaborar.

“En la historia de este proceso es posible verificar la recepción crítica del pensamiento filosófico por parte de los pensadores cristianos. Entre los primeros ejemplos que se pueden encontrar, es ciertamente significativa la figura de Orígenes. Contra los ataques lanzados por el filósofo Celso, Orígenes asume la filosofía platónica para argumentar y responderle. Refiriéndose a no pocos elementos del pensamiento platónico, comienza a elaborar una primera forma de teología cristiana. En efecto, tanto el nombre mismo como la idea de teología en cuanto reflexión racional sobre Dios estaban ligados todavía hasta ese momento a su origen griego. En la filosofía aristotélica, por ejemplo, con este nombre se referían a la parte más noble y al verdadero culmen de la reflexión filosófica. Sin embargo, a la luz de la Revelación cristiana lo que anteriormente designaba una doctrina genérica sobre la divinidad adquirió un significado del todo nuevo, en cuanto definía la reflexión que el creyente realizaba para expresar la verdadera doctrina sobre Dios. Este nuevo pensamiento cristiano que se estaba desarrollando hacía uso de la filosofía, pero al mismo tiempo tendía a distinguirse claramente de ella. La historia muestra cómo hasta el mismo pensamiento platónico asumido en la teología sufrió profundas transformaciones, en particular por lo que se refiere a conceptos como la inmortalidad del alma, la divinización del hombre y el origen del mal” (n. 39).

Todo este trabajo significó la creación del espacio teórico para hacer pensable el cristianismo en el marco histórico-cultural de la época. Y, por tanto, vivible, por derecho propio, en la sociedad de la época. Baste pensar en el extraordinario trabajo de puesta a punto de un lenguaje adecuado para expresar los contenidos teológicos y filosóficos de la Revelación, formulados primero en la lengua griego, luego repensados y traducidos a la lengua latina. El ejemplo más formidable de ampliación del significado lo ofrece, casi con toda seguridad, una palabra como persona, que de su significado pagano original de máscara teatral pasó a indicar la persona humana, tal como la seguimos entendiendo hoy, e incluso las personas divinas en la Trinidad.

 

c) Los Padres de la Iglesia y la comparación entre la filosofía griega y la visión contenida en la Revelación

Un paso posterior fue no limitarse solamente a mostrar el carácter no contradictorio de los contenidos de la Revelación (primer paso), ni contentarse con crear un espacio teórico para la pensabilidad de esos contenidos (segundo paso), sino de mostrar incluso la superioridad de la concepción cristiana de la realidad (mundo, hombre, Dios) respecto a las filosofías, reconociendo al mismo tiempo a los que eran los elementos comunes. El cristianismo es concebido, además de acontecimiento histórico de la Encarnación y de la Redención, sino también como portador de la vera filosofia.

Justamente aquí está la novedad alcanzada por los Padres. Ellos acogieron plenamente la razón abierta a lo absoluto y en ella incorporaron la riqueza de la Revelación. El encuentro no fue sólo entre culturas, donde tal vez una es seducida por el atractivo de otra […] Sobrepasando el fin mismo hacia el que inconscientemente tendía por su naturaleza, la razón pudo alcanzar el bien sumo y la verdad suprema en la persona del Verbo encarnado. Ante las filosofías, los Padres no tuvieron miedo, sin embargo, de reconocer tanto los elementos comunes como las diferencias que presentaban con la Revelación. Ser conscientes de las convergencias no ofuscaba en ellos el reconocimiento de las diferencias (n. 41).

Con san Agustín, en el siglo IV cristiano, esta obra de elaboración y sistematización teológica, fundada en la reelaboración de la tradición platónica, alcanza una cumbre que será un punto de referencia para los teólogos posteriores.

 

d) La Escolástica y la teología como ciencia

“Con la Escolástica, y en especial con san Alberto Magno y especialmente con santo Tomás, se cumple absolutamente la fundación y la puesta a punto de una teología como ciencia, demostrativa y totalmente sistemática, basada sobre la reelaboración de la filosofía aristotélica, pero no sin incluir algunos elementos importantes de la tradición platónica (sobre todo los provenientes del Pseudo Dionisio y de la doctrina de la participación).

Un puesto singular en este largo camino corresponde a santo Tomás, no sólo por el contenido de su doctrina, sino también por la relación dialogal que supo establecer con el pensamiento árabe y hebreo de su tiempo. En una época en la que los pensadores cristianos descubrieron los tesoros de la filosofía antigua, y más concretamente aristotélica, tuvo el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón y la fe. Argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí

Más radicalmente, Tomás reconoce que la naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede contribuir a la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no teme la razón, sino que la busca y confía en ella. Como la gracia supone la naturaleza y la perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón. Esta última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia del pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de Dios Uno y Trino. Aun señalando con fuerza el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha olvidado el valor de su carácter racional; sino que ha sabido profundizar y precisar esta razonabilidad. En efecto, la fe es de algún modo ‘ejercicio del pensamiento’; la razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente” (n. 43).

La piedra angular, desde un punto de vista lógico-metafísico, de todo el entramado sistemático de Tomás reside en la doctrina de la analogía-participación que permite a la razón dar dos grandes pasos:

i) ante todo, la de reconocer modos y grados de perfección diferenciados en la realidad (ente), en su cognoscibilidad (verdadero), en su ser deseable y amable (bueno), en la organicidad de su ser un todo (uno);

ii) y al mismo tiempo la de elevarse desde la experiencia de los grados materiales y sensibles del ser hasta el conocimiento, aunque limitado, pero verdadero, de los niveles superiores que no son inmediata y adecuadamente conocibles, pero tampoco completamente inaccesibles.

Y precisamente éstos parecen ser los nodos hacia los que las ciencias más avanzadas parecen aspirar hoy en su búsqueda de fundamentos, aunque todavía tímidamente.

(sigue)

 

Publicado originalmente en italiano el 27 de enero de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/01/27/il-rapporto-fra-fede-e-ragione-in-fides-et-ratio-alberto-strumia/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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