El fin de la era Wojtyla. Reflexiones dispersas sobre Benedicto, el Reino y la renuncia

10 Gennaio 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Queridos amigos, ofrezco aquí algunos pensamientos y recuerdos dispersos e inconexos, algunos propios, otros encontrados en estos días tumultuosos para los medios de comunicación después de la muerte de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI. Feliz lectura y meditación.

A las 9.34 horas del 31 de diciembre de 2022 concluyó la era de Karol Wojtyla. Un periodo histórico que comenzó en 1978, y en el que los católicos redescubrieron mucho después de mucho tiempo la dignidad y el orgullo de llamarse creyentes y católicos. Una época estimulante, que no quiso terminar con el fallecimiento del Papa polaco. La elección de Joseph Ratzinger, una elección sin duda más aceptada que deseada, fue su continuación fatigosa.

Desaparecido el gran luchador, los enemigos y el Enemigo se ensañaron, dentro y fuera de la Iglesia, contra el que llevaba esa bandera, pero que no tenía ni el temperamento, ni la historia, ni la voluntad del luchador. Y que era muy consciente de estas fragilidades. Esa frase tremenda, pronunciada en el discurso de inicio de su pontificado: “Recen por mí para que no huya despavorido ante los lobos”, reveló que era consciente de sus fragilidades.

 

Esto es algo que he encontrado en las redes sociales y me ha impactado

Un pastor no huye abandonando su rebaño a los lobos. Un padre no abandona a sus hijos escondiéndose a la sombra de la sombra que viene.

Un líder no deja la barca a merced de las olas.

Los santos y los mártires han dado su vida por defender el nombre del Altísimo. De poco o nada sirven tantas doctas elucubraciones teológicas (humanas), si quienes las elaboran no dan testimonio con su vida de la Palabra de nuestro Señor Jesús.

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He amado mucho a Benedicto XVI y lo he apreciado mucho. Su lucidez cristalina, su capacidad para expresar conceptos complejos y difíciles en pocas y límpidas palabras, como si hablara a creyentes sencillos de mente y corazón, me fascinaba y me sigue fascinando.

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A continuación, el comentario de un amigo que estimo infinitamente, Pippo Corigliano:

Leyendo los comentarios sobre la muerte de Ratzinger siento la necesidad de aclarar un punto: si nos detenemos en los episodios de su pontificado, en primer lugar la rotunda renuncia, no sacamos a la luz el verdadero personaje.

No estoy en condiciones de comentar adecuadamente la vida y el pensamiento de Ratzinger, que es el pensador y teólogo más impresionante del siglo. La Providencia le pidió que fuera obispo, cardenal y Papa, y él cumplió su rol. Pero el patrimonio que nos ha dejado son sus escritos y discursos. Hay que leer a Ratzinger y punto.

Su Introducción al cristianismo es un texto básico que cualquiera que haya cursado el bachillerato está en condiciones de entender. En la introducción, Ratzinger dice: “el libro surgió de las conferencias que di en Tubinga en el semestre de verano de 1967, a oyentes de todas las facultades… se propone hacer comprender la fe de un modo nuevo, presentándola como una ayuda para la auténtica vida humana en nuestro mundo de hoy, sin degradar su consistencia…”.

En aquel momento, Ratzinger tenía cuarenta años y había participado en el Concilio como perito, colaborando con los más importantes teólogos y purpurados de la época.

Está en curso de publicación, por parte de La Biblioteca Vaticana, dieciséis volúmenes que recogen su pensamiento filosófico y teológico, mientras que las editoriales han publicado libros a partir de sus ciclos de conferencias o sermones.

Los acontecimientos de su pontificado son notables, pero en una perspectiva histórica, su figura sigue siendo central en el compromiso de hablar adecuadamente de Dios al hombre contemporáneo.

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Cuando se anunció la dimisión de Benedicto XVI telefoneé al cardenal Dziwisz, secretario de San Juan Pablo II, para conocer su opinión. Sólo me dijo: “No se baja de la Cruz”.

Un Papa intelectual, un hombre que se trasladó como docente de Tubinga a Ratisbona porque la primera sede vivía un periodo de grandes turbulencias, que por sentido del deber aceptó el cargo de prefecto de la Congregación para la Fe, que presentó su dimisión dos veces al papa Wojtyla, ambas rechazadas, y que aceptó su elección como pontífice como una obligación, habría necesitado ser defendido, apoyado y sostenido por colaboradores devotos, capaces y fieles que supieran defenderle las espaldas. Tuvo un secretario particular al que le robaron documentos de su mesa (piensen si eso le hubiera ocurrido alguna vez a Dziwisz…) y un secretario de Estado que fue quizá el peor de la historia del siglo pasado. Y que gestionaba los asuntos sin informarle. Me dicen personas bien informadas, que en esa época trabajaban en el sector financiero de la Curia, que Benedicto se enteró por la televisión del “golpe” que llevó a la destitución de Ettore Gotti Tedeschi de la dirección del IOR. Fue un golpe decisivo a la reforma de las finanzas, una reforma transparente que fastidió a algunos. Gotti Tedeschi había sido llamado a ese puesto por Benedicto XVI. Personalmente, puedo decir que el día del “golpe” recibí una llamada telefónica de un prelado de la Secretaría de Estado, muy cercano al cardenal Bertone, explicándome las razones más o menos ficticias que habían llevado a la destitución de Gotti Tedeschi. Un papa Ghislieri no habría dudado en cortar algunas cabezas. Pero Benedicto rechazó las exhortaciones de los amigos –el cardenal Meisner, el cardenal Ruini y otros- que aconsejaban la destitución de Bertone, y su sustitución por alguien más adecuado y fiel. “Pero los Ratzinger son leales. Y eso no les hace la vida fácil”, comentó Meisner.

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Joseph Ratzinger dimitió en 2013, alegando motivos de salud y falta de energía. Después vivió casi diez años, con la mente lúcida y atenta, aunque su cuerpo le abandonaba de a poco. Me vinieron a la menta las palabras con las que el cardenal Giuseppe Siri respondió una vez a un párroco anciano, que quería dejar la dirección de la parroquia en Génova porque se sentía viejo y cansado. “Vuscià”, le respondió Siri, “avei da governâ cu u pané”, es decir, usted debe gobernar con el trasero, es decir, sentándote y tomando decisiones…

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Parece que Benedicto XVI pensaba que su sucesor sería Angelo Scola, arzobispo de Milán, quien de hecho, según algunas reconstrucciones, se llevó alrededor de 30 votos, en las etapas iniciales del cónclave de 2013. Pensando en esto, siempre me viene a la memoria aquel verso de Robert Burns en “De ratones y hombres”: “The best laid schemes o’ mice an’ men / Gang aft a-gley”. Los mejores planes de ratones y hombres a menudo se tuercen. Y esto, si alguna vez fue un plan (no veo a Joseph Ratzinger complotando…) salió muy, muy mal.

Publicado originalmente en italiano el 9 de enero de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/01/09/la-fine-dellera-wojtyla-pensieri-sparsi-su-benedetto-il-regno-la-rinuncia/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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