Monseñor Viganò: Homilía sobre la Sagrada Familia. Épico combate contra el mundialismo.
9 Gennaio 2023
Marco Tosatti
Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, recibimos y publicamos con gusto esta homilía del Arzobispo Carlo Maria Viganò. Feliz lectura.
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ET ERAT SUBDITUS ILLIS
Homiía para la infraoctava de Epifanía
Y estaba sometido a ellos; su madre
conservaba todas estas palabras (repasándolas) en su corazón.
Y Jesús crecía en sabiduría, como en estatura,
y en favor ante Dios y ante los hombres.
Lc. 2, 5
Alabado sea Jesucristo
En la infraoctava de la Epifanía la Iglesia celebra la festividad de la Sagrada Familia formada por Jesús, María y José, inmediatamente después de la manifestación de la divinidad de Nuestro Señor. ¿Por qué celebramos la conmemoración de la Sagrada Familia, misterio de intimidad y afectos por los que hay que velar en el hogar, precisamente cuando se manifiesta la divina realeza del Niño Rey, adorado por los pastores y los Reyes Magos venidos de Oriente?
Esto se debe a que es en la Familia –la natural, desde luego, pero también la santificada por el sacramento del Matrimonio, y en máximo grado aquella en la que los padres son la Virgen Santísima y el patriarca San José, y el Hijo es el Verbo Encarnado– donde se concreta en la caridad el orden que es condición indispensable para la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo. Une a los padres en una relación jerárquica que tiene por modelo el amor entre Aquel que es Cabeza de la Iglesia y su Cuerpo Místico. En ese microcosmos que se considera célula de sociedad, prepara a los hijos para ser buenos cristianos, soldados valerosos de Cristo, ciudadanos honrados y gobernantes sabios y prudentes.
Sin la familia no puede existir una sociedad bien ordenada. Y sin la familia cristiana tampoco puede existir una sociedad cristiana en que se reconozca la señoría de Cristo. En la familia, los padres ejercen en nombre de Dios la autoridad sobre los hijos, y por tanto esa autoridad es legítima cuando se ejerce dentro de la ley de Dios, y puede entonces beneficiarse de las gracias de estado para que obedezcan los hijos. Esa potestas, reconocida por el derecho natural, adquiere una dimensión sobrenatural cuando se inspira en el amor infinito con el que el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre; un amor divino, tan poderoso que él mismo es Dios, el Espíritu Santo. Del mismo modo que el hombre manifiesta en sus facultades –memoria, entendimiento y voluntad– la impronta trinitaria del Creador, también la familia es en cierto modo espejo de la Santísima Trinidad, porque en ella vemos la potencia creadora del Padre, la obediencia redentora del Hijo y el amor santificante del Espíritu Santo. Pero encontramos también conciencia de la propia identidad y las propias tradiciones (memoria), la capacidad de servirnos de ella para afrontar las pruebas que atravesamos (entendimiento) y el vínculo de amor entre los esposos y entre padres e hijos (voluntad).
Cuando al rezar el Padrenuestro decimos «venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad», muchas veces no pensamos en lo que decimos. Lo que pedimos es que se afirme la soberanía de Cristo sobre las naciones, porque sólo donde Él reina pueden imperar la paz y la justicia. Pedimos que Cristo reine porque esa es la voluntad de Dios. Oportet autem illum regnare donec ponat omnes inimicos sub pedibus ejus (1Cor. 15, 25): es necesario que ponga a todos los enemigos bajo sus pies (Sal. 109,1). Pero para reinar en la sociedad es preciso que gobernantes y súbditos sean buenos cristianos. Y para ello es necesaria la familia, iglesia doméstica y escuela de vida en el ámbito civil. Es en la familia católica donde se concibe, da a luz, santifica y educa a los hijos para que sean buenos cristianos, ciudadanos honrados y futuros padres. En cambio, en una familia descarriada –o en su diabólica parodia de la ideología LGBT– se asesina el cuerpo y el alma, se pervierte y corrompe a los hijos, corrompiendo con ello mediante sus vicios a la sociedad y a la Iglesia.
El épico combate que libramos contra el Leviatán mundialista tiene por objeto –lo sabemos de sobra, porque sus propios ideólogos lo han reconocido– la destrucción sistemática de todo rastro de la presencia de Cristo en las almas, la familia y la sociedad para sustituirlas por los horrores del dominio de Satanás y el reino del Anticristo. En esta batalla, no sólo nos asedian unas fuerzas enemigas potentísimas y descontroladas, sino también infiltrados en la Iglesia, que incluso ocupan altos cargos dentro de ella y por interés, chantaje o miedo colaboran con el plan infernal del Nuevo Orden Mundial. Aborto, divorcio, eutanasia, ideología de género, homosexualidad y neomalthusianismo no son sino instrumentos para destruir la sociedad, y antes que a ella a la familia, porque en la familia se puede oponer resistencia a la dictadura del pensamiento único, manteniendo así la determinación de defender valerosamente la Fe y la identidad.
No es casual que en la manipulación de masas del Gran Reinicio llevada a cabo con la reciente farsa de la pandemia se separase a los ancianos de sus seres queridos, padres de hijos, abuelos de nietos: cortar esas relaciones familiares y jerárquicas, con todo lo que suponen, era indispensable para aislar a las personas, debilitarlas psicológica y espiritualmente y obligarlas de ese modo a obedecer. Se nota que todo lo que este mundo lleno de corrupción y barbarie tiene siempre como fin dominarlo y sojuzgarlo. Justo cuando se exalta la libertad desembarazándose del yugo suave de la Ley de Dios vemos como nos encadenan con la tiranía de Satanás.
Por otro lado, ¿cómo va el Enemigo a amar una institución como la familia, integrada por un padre y una madre que evocan el eterno Padre Celestial generador de vida y de gracia y una Madre que es Abogada nuestra ante el trono de su divino Hijo? No tiene nada de sorprendente que los enemigos de Dios quieran hasta eliminar la denominación de padre y madre sustituyéndola por progenitor A y progenitor B. Así se proponen eliminar esos benditos nombres con que podemos llamar Abbá, Padre, nada menos que Dios, y Madre a la que lo es Dios, y aun los superiores eclesiásticos y civiles son llamados padres, y como tales deben conducirse.
Al iniciar esta meditación pregunté por qué la Iglesia ha querido festejar la Sagrada Familia el domingo de la infraoctava de la Epifanía. He aquí la respuesta: en la Sagrada Familia tenemos el modelo de familia cristiana que es condición necesaria, imprescindible, para que la divina realeza de Nuestro Señor se pueda concretar en la sociedad cumpliendo la profecía del salmista que oímos en la Misa de Epifanía: Et adorabunt eum omnes reges terræ; omnes gentes servient ei (Sal. 71, 11).
Invocamos, pues a Nuestro Señor, su Virgen Madre y San José para que protejan nuestras familias, las custodien en la Gracia de Dios y las hagan capaces de colaborar con Fe y Caridad al plan de la Providencia. Si Cristo reina en ellas, reinará también en la sociedad civil. Adveniat regnum tuum; fiat volutnas tua.
Así sea.
+ Carlo Maria, Arzobispo
8 de enero de 2023
Sactæ Familiæ Jesu Mariæ Joseph
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Tag: omelia, sagrada familia, vigano
Categoria: Generale