Las cifras reales de la mortalidad de las vacunas. El tabú expuesto por un estudio francés
5 Agosto 2021
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“En Estados Unidos, en 6 meses la vacunación anti-Covid contribuyó a la muerte de 5 veces más personas de cuanto ha hecho la vacunación antigripal en 30 años”
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Marco Tosatti
Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, hoy publicamos el primero de una serie de dos artículos que nos hizo llegar S.B., una fiel amiga de SC, y que apareció en francés en el blog Mediapart. No los traducimos en su totalidad, hemos elegido algunos extractos, remitiéndoles a la lectura – es muy comprensible incluso para quienes tienen una relativa familiaridad con la lengua de sus primos del otro lado de los Alpes – y sobre todo a la visión de los gráficos que no necesitan traducciones, para decir su verdad y ser comprensibles. Se trata de un trabajo colectivo, realizado por especialistas en sus campos; y esto sin duda da un valor añadido al trabajo. Nos hemos permitido modificar el orden de presentación: trataremos primero el segundo artículo. Disfruten de su lectura.
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por Laurent MUCCHIELLI (sociólogo, director de investigación en el CNRS), Hélène BANOUN (farmacéutica-bióloga, doctora de investigación, ex investigadora en el INSERM), Emmanuelle DARLES (docente de informática en la Universidad de Aix-Marseille), Éric MENAT (médico, médico de cabecera), Vincent PAVAN (docente de matemáticas en la Universidad de Aix-Marseille) & Amine UMLIL (farmacéutico hospitalario, médico hospitalario, unidad de “farmacovigilancia/CTIAP [Centro Territorial de Información Independiente y Asesoramiento Farmacéutico)/Coordinación de la Vigilancia Sanitaria” del hospital de Cholet).
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En el episodio anterior de nuestra miniserie sobre la vacunación mostramos que los datos epidemiológicos más disponibles en el mundo son suficientes para demostrar que la vacunación no protege contra la contaminación y la transmisión del Sars-Cov-2, en particular de la actual variante Delta (o India), lo cual contradice masivamente las repetidas declaraciones de los representantes del ejecutivo francés sobre la “protección de la vacunación”. En Estados Unidos, el director del NIAID, Antony Fauci, acaba de reconocerlo públicamente, recomendando incluso que las personas vacunadas lleven mascarillas en casa.
Otro ejemplo: en Inglaterra, los turistas franceses tienen que estar en cuarentena, aunque estén vacunados. Por tanto, ya está claro que la vacunación no es la solución milagrosa anunciada para frenar la epidemia y que el chantaje formulado por el ejecutivo francés (vacunación general o reconfinamiento) se basa en una mentira.
Una segunda mentira repetida varias veces por el presidente de la República, el Primer Ministro y el Ministro de Sanidad (y por otros representantes electos que adoptan posiciones sanitarias autoritarias, como el alcalde de Niza, Estrosi) es probablemente la supuesta desaparición virtual (“96%”) de las formas graves de Covid gracias a la vacunación. En Israel, uno de los países donde la población es la más vacunada del mundo, las autoridades acaban de decidir cerrar las fronteras del país a los turistas vacunados, lo que indica no sólo que la vacunación no protege contra la contaminación y la transmisión, sino también que la mayoría de las personas hospitalizadas por formas graves están vacunadas. Todo esto sugiere claramente que existe un abismo entre el marketing de la industria (del que se hace eco la propaganda política) y las realidades de la salud pública. Y es también en el fondo de este abismo donde se olvida, por el momento, la cuestión de los efectos adversos más graves de la vacunación antivacunas, objeto de este nuevo episodio.
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En una entrega anterior de nuestra investigación, mostramos cómo y por qué la mayoría de los periodistas franceses que trabajan en los grandes medios de comunicación han traicionado algunos de los principios éticos fundamentales de su profesión, no ejerciendo más su rol de contrapeso y convirtiéndose en meros relatores de la comunicación gubernamental. Esto se debe, en particular, al fin del periodismo de investigación, que ha sido sustituido por una verificación de escritorio que ahora es una mera ficción del periodismo. En el caso de la seguridad de las vacunas contra el Covid, el seudo periodismo pretende negar la realidad de los efectos indeseables, en línea con el discurso gubernamental. Un ejemplo entre tantos lo proporcionan los verificadores del grupo televisivo TFI-LCI que, a partir de enero de 2021, pretenden negar cualquier consecuencia médica negativa de la vacunación (el último artículo al respecto puede ser leído aquí). El argumento es siempre el mismo, y es bien conocido. En todos los sitios de farmacovigilancia del mundo se pueden encontrar las mismas advertencias interpretativas que indican que las notificaciones de efectos adversos atribuidos a tal o cual medicamento son sólo una presunción de causalidad (imputabilidad). Sin embargo, esta presunción se ve notablemente reforzada cuando las muertes se producen muy rápidamente después de la vacunación, como veremos con los datos estadounidenses (la gran mayoría de las muertes notificadas se produjeron en un lapso de 48 horas).
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Además, estas reservas de interpretación deben aplicarse a la farmacovigilancia de forma general, y veremos que las comparaciones con otros fármacos muestran que ocurre algo completamente nuevo con estas vacunas génicas contra el Covid. Como es habitual, los periodistas están cegados por su dependencia del poder político y de las fuentes institucionales directamente vinculadas al Ministerio de Sanidad, y su pensamiento crítico es muy variable. Las mismas precauciones se aplican, por ejemplo, al recuento de muertes atribuibles al Covid (¿muertes por Covid o con Covid?), un tema sobre el que apenas se ha leído un artículo crítico en la prensa.
Otro ejemplo llamativo de parcialidad: a finales de marzo de 2020, tres muertes (en realidad relacionadas con una sobredosis de automedicación) notificadas por la farmacovigilancia fueron suficientes para desencadenar una tormenta política y mediática en Francia sobre la cuestión de los peligros de la hidroxicloroquina. En otras palabras, para la mayoría de los periodistas, las estadísticas sanitarias son indiscutibles cuando apoyan la narrativa oficial, pero de repente se vuelven cuestionables cuando contradicen esa misma narrativa. Debería ser evidente esta deshonestidad intelectual.
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Al margen de estos juegos de representación y argumentos de autoridad, vamos a analizar fríamente los datos de farmacovigilancia sobre la seguridad de las vacunas contra el Covid. Y lo haremos en diferentes países para huir del caso francés. Veremos entonces que, en realidad, se pueden hacer las mismas observaciones en casi todos los países occidentales.
Una última aclaración antes de examinar las cifras: lejos de exagerar los problemas, estas cifras deben considerarse, por el contrario, como mínimos que subestiman la realidad. De hecho, la farmacovigilancia funciona en casi todas partes de forma pasiva (y no proactiva): los centros dedicados a recoger las reacciones adversas a los medicamentos esperan que los profesionales sanitarios y los particulares notifiquen los problemas. Si, por una u otra razón (olvido, inseguridad, autocensura, falta de tiempo o negligencia por parte de los médicos de cabecera u hospitalarios, aislamiento del paciente que muere solo en casa, desconocimiento de la historia clínica del fallecido por parte del médico que redacta el certificado de defunción, problemas informáticos diversos, etc.) los médicos o los pacientes no rellenan el formulario de notificación de incidentes, éstos nunca se llegarán a conocer.
Como resultado, la subestimación del verdadero estado de los problemas es permanente y masiva. Los primeros estudios franceses de principios de la década de 2000 estimaron que alrededor del 95% de las reacciones adversas a los medicamentos no se notificaban. Aunque cabe suponer que la infradeclaración se refiere sobre todo a los efectos adversos menos graves, todo lo que sigue no sólo debe tomarse muy en serio, sino también considerarse como una muy probable subestimación de la realidad de los problemas de seguridad que plantean las vacunas (como cualquier otro medicamento).
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En el caso de la vacuna de Pfizer, hasta el 1 de julio de 2021 se habían suministrado más de 42,5 millones de dosis (incluidas 700.000 a jóvenes de entre 16 y 18 años) y se habían notificado 31.389 casos de efectos adversos, principalmente por parte de personal sanitario. De ellos, 8.689 eventos “graves” se produjeron a partir de los 30 años (el 27,7% de todos los eventos adversos), incluyendo 2.551 eventos que pusieron en peligro la vida, 460 discapacidades o incapacidades y 761 muertes.
En cuanto a la vacuna Moderna, la ANSM indica que hasta el 8 de julio de 2021 se habían suministrado 5,2 millones de dosis, de las cuales casi 53.000 lo fueron a menores. Hasta esa misma fecha, se habían notificado unos 6.000 acontecimientos adversos, de los cuales el 14,4% fueron casos graves y un número igual de “casos inesperados” (desgraciadamente, no sabemos a qué se refiere esta categoría), notificados aquí casi tanto por particulares como por personal sanitario. De los 1.050 sucesos graves, 312 fueron admitidos en el hospital, 50 pusieron en peligro la vida, 25 fueron incapacitados o discapacitados y 44 murieron (incluidos algunos casos de muerte fetal). Los principales problemas detectados entre estos casos graves son hematológicos/vasculares (trombosis, ictus, embolia pulmonar), neurológicos (parálisis facial, convulsiones generalizadas), cardíacos (trastornos del ritmo, miocarditis), a los que hay que añadir “28 muertes súbitas inexplicables”.
En Europa, el sitio de farmacovigilancia de la Agencia Europea de Medicamentos es especialmente difícil de gestionar electrónicamente, ya que la carga de datos de la vacuna Covid es complicada de encontrar y lleva mucho tiempo, si es que se hace.
A fines de junio, la farmacovigilancia europea ya había registrado unas 9.000 muertes relacionadas con la vacunación sólo con la vacuna de Pfizer, sobre todo por complicaciones cardíacas, pulmonares o cerebrovasculares, incluidas las muertes por Covid (el colmo de las vacunas antivacunas…). Además, estos datos también revelan un segundo hallazgo muy preocupante: que estos riesgos de efectos adversos graves no sólo afectan a las personas mayores de 65 años, sino también a los bebés y adolescentes (12-17 años).
En otras palabras, las vacunas génicas contra el Covid utilizadas en Europa presentan riesgos de acontecimientos adversos graves (incluida la muerte) en categorías de la población que no tienen riesgo de Covid. Los profesionales sanitarios del colectivo ReinfoCovid y de la Coordination Santé Libre han demostrado que, por debajo de los 45 años, el equilibrio beneficio/riesgo es muy desfavorable a la vacunación génica contra el Covid. En el caso de los niños y adolescentes, se trata incluso de una forma de maltrato infantil que, por lo tanto, sería delictivo generalizar.
Estados Unidos
Al 16 de julio de 2021, cuando 160 millones de estadounidenses han sido completamente vacunados, las vacunas Covid están ligadas con más de 6.000 muertes, el 91% de las cuales se pueden atribuir únicamente a las vacunas Moderna y Pfizer (dos empresas farmacéuticas/biotecnológicas estadounidenses, Janssen es la filial belga de otra empresa farmacéutica estadounidense, Johnson & Johnson).
Además, estas muertes se produjeron principalmente en las 48 horas siguientes a la vacunación, lo que refuerza enormemente la presunción de causalidad. Además, estos archivos permiten comparar esta mortalidad por las vacunas anti-Covid con la mortalidad general por vacunas en este país durante los últimos 30 años (que incluyen cientos de vacunas). Este archivo da un total de 16.605 muertes para todas las vacunas durante todo el período. En sólo 6 meses, la vacuna anti-Covid es responsable del 36% de todas las muertes por vacunación en este país en los últimos 30 años.
Otra forma de expresar estos resultados es decir que, en Estados Unidos, en 6 meses, la vacunación anti-Covid ha contribuido a matar a 5 veces más personas que la vacuna contra la gripe en 30 años.
Esto confirma una vez más que estamos realmente en presencia de un nuevo tipo de vacuna, cuya peligrosidad no tiene precedentes. Por último, debemos agregar que esta peligrosidad debería ser especialmente cuestionable cuando se trata de jóvenes que no están seriamente amenazados por Covid. Sin embargo, el 23,2% de todas las muertes estadounidenses atribuidas a las vacunas anti-Covid y cuya edad se conoce eran menores de 65 años.
Conclusión
La cuestión de los graves efectos negativos de las vacunas es objeto de un escandaloso rechazo y silencio por parte del gobierno y de los principales organismos sanitarios (Agence nationale de sécurité du médicament, Haute autorité de santé, Haut conseil de santé publique, etc.) Es como si se tratara de un verdadero tabú, en Francia como en la mayoría de los países occidentales. La importancia de estos efectos es, de hecho, una contradicción demasiado evidente y devastadora para la ideología de la vacunación total que guía a los gobiernos que han decidido abandonarse a los brazos de la industria farmacéutica. La industria farmacéutica está en el centro de la gestión de una epidemia que constituye un beneficio sin precedentes para ella: ¿qué producto comercial patentado tiene el mercado potencial de toda la humanidad, renovable cada año? Los propietarios y accionistas de estas empresas farmacéuticas y biotecnológicas se están haciendo inmensamente ricos. Teniendo en cuenta la forma en que estas industrias han trabajado (de forma apresurada, para generar los máximos beneficios, sin hacer pruebas a las personas de mayor riesgo -edad y comorbilidad-, con muchas fórmulas de tipo publicitario), sobre todo en Estados Unidos e Inglaterra, para desarrollar estas nuevas vacunas génicas (ADN o ARN), cabe temer, por tanto, desde el principio que estos productos no sean de la mejor calidad. Pero la realidad supera estos temores y demuestra que estas vacunas tienen más efectos indeseables, más o menos graves, que cualquiera de las anteriores. Hemos visto que en Holanda, por ejemplo, se llega a una tasa de 2,7 muertes por cada 100.000 vacunados (16,5 millones de vacunados, 448 muertes).
En Francia y Estados Unidos, la tasa se eleva a alrededor de 3,7 muertes por cada 100.000 vacunados. Y en Gran Bretaña, esta tasa se eleva incluso a 4,3 muertes por cada 100.000 vacunados, muy probablemente a causa de la preponderancia de la vacuna de AstraZeneca, que a partir de marzo de 2021 se sabe que es la más peligrosa de las cuatro vacunas utilizadas habitualmente en Occidente (en particular debido a las numerosas trombosis que provoca, que empiezan a documentarse en la literatura médica científica, véase por ejemplo aquí y aquí), lo que no es de extrañar cuando se conocen las condiciones en las que se produjo en China. De paso, también hemos destacado que se trata de la primera vacuna que se suministrará en Francia, a partir de febrero de 2021, a los profesionales sanitarios. Esta es una de las probables razones racionales de la gran reticencia a la vacunación contra el virus mostrada por algunos de ellos.
Por lo tanto, esta mortalidad de la vacuna (que no es más que la punta del iceberg de los efectos secundarios graves) no tiene precedentes, es especialmente grave y su ocultamiento es aún más grave. Seamos claros: ocultar ese peligro de cualquier manera es simplemente un crimen contra la población. Incluso reducido a sus principios más básicos de deontología (primum non nocere [lo primero es no lastimar]), el planteamiento de esta cuestión en términos de salud pública debería llevar a una suspensión urgente de la campaña de vacunación, a un estudio mucho más detallado de los datos de esta farmacovigilancia (en particular por grupos de edad y diversos factores de riesgo), y después de un meticuloso análisis beneficio/riesgo, para determinar a qué grupos específicos de población se les puede ofrecer la vacunación sin que el riesgo de efectos adversos graves supere las formas graves de Covid del que se supone que les protege.
Cualquier otro enfoque no es salud pública, sino postura ideológica o marketing comercial. Y la historia ya ha demostrado (sobre el tabaco, los pesticidas, la contaminación por hidrocarburos, etc.) que estas posiciones y este marketing fueron responsables de verdaderos crímenes contra las poblaciones civiles. El hecho de que se cometan en nombre del Bien no debe cegarnos en absoluto frente a su realidad y a su naturaleza. Todos los que se entregan a ellas podrían ser considerados a partir de ahora como cómplices de esta nueva mortalidad vacunal que parece no tener precedentes en la historia de la medicina.
Publicado en italiano el 2 de agosto de 2021, en https://www.marcotosatti.com/
Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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Tag: covid, mediapart, vacunas
Categoria: covid