Quarracino: Aborto En Argentina Y Sumisión Episcopal

31 Dicembre 2020 Pubblicato da Marco Tosatti

Marco Tosatti

Estimados Stilumcuriali, es un triste fin de año por muchas razones, el que estamos viviendo; y es aún más triste por la aprobación de la ley, en Argentina, que autoriza el asesinato legal de seres humanos en el vientre de sus madres. José Arturo Quarracino comenta este triste acontecimiento.

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Aborto En Argentina Y Sumisión Episcopal

Como informamos ayer en nuestro artículo, Aborto en Argentina: El Senado aprueba, Todo el Poder al Clan Rockefeller, el 30 de diciembre por la madrugada el Senado argentino aprobó el proyecto de legalización del aborto, que ya contaba con la media sanción de la Cámara de Diputados, convirtiendo en ley la pena de muerte prenatal y su consecuencia inmediata, que es la desaparición forzosa de personas prenatales, práctica típica de los grupos de tareas de las dictaduras militares y que de esta manera adquiere estatus “democrático”.

En este artículo enumeramos algunas de las aberraciones jurídicas que contiene la ley sancionada. Mencionamos también “la muy funcional y pasiva actitud complaciente y silenciosa de la jerarquía eclesiástica católica, nacional y vaticana, que durante un año guardó un silencio casi absoluto, sólo interrumpido en las últimas semanas por declaraciones que más bien parecian destinadas a mostrar la oposición suave al proyecto abortista, que a oponerse realmente”.

En la tarde del mismo día que se legalizó el aborto, la Conferencia Episcopal Argentina dio a conocer un comunicado, Comunicado de prensa ante la legalización de la interrupción del embarazo en la República Argentina, en el que afirma que “la Iglesia en la Argentina quiere ratificar junto a hermanos y hermanas de distintos credos y también a muchos no creyentes, que continuará trabajando con firmeza y pasión en el cuidado y el servicio a la vida”. Sostiene que la ley votada “ahondará aún más las divisiones en nuestro país”, razón por la cual lamenta que los legisladores estén lejos “del sentir del pueblo, el cual se ha expresado de diversas maneras a favor de la vida a lo largo y a lo ancho de nuestra Patria”.

A continuación afirma su certeza de que el pueblo argentino “seguirá eligiendo siempre toda la vida y todas las vidas”, y que los obispos seguirán junto a él “trabajando por las auténticas prioridades que requieren urgente atención en nuestro país: Los niños y niñas que viven en la pobreza en cantidad cada vez más alarmante, el abandono de la escolaridad por parte de muchos de ellos, la apremiante pandemia del hambre y la desocupación que afecta a numerosas familias, así como la dramática situación de los jubilados, que en estas horas podrían verse vulnerados en sus derechos una vez más”.

Termina diciendo el comunicado que los obispos abrazan “a cada argentina y a cada argentino; también a los diputados y senadores que valientemente se han manifestado a favor del cuidado de toda la vida”, y que defender la vida siempre, “sin claudicaciones, nos hará capaces de construir una Nación justa y solidaria, donde nadie sea descartado y en la que se pueda vivir una verdadera cultura del encuentro”.

Como se puede apreciar, se trata de una declaración que pretende quedar bien con todos, sin condenar ni repudiar el hecho que se ha legalizado la pena de muerte prenatal, que la salud pública va a estar puesta al servicio de la muerte de inocentes e indefensos, que el gobierno está cumpliendo con las órdenes de los poderes financieros que le imponen la legalización del aborto. Tampoco repudia el hecho que varios senadores hayan justificado su apoyo al aborto reivindicando su condición de católicos.

En definitiva, los obispos argentinos no quieren pelearse con nadie: se ha cometido un error, pero sigamos haciendo lo que nos corresponde, busquemos el encuentro con los que consideran que matar al hijo es un derecho, etc.

No hay la más mínima alusión a los que de ahora en más podrán ser condenados a muerte, aunque sean inocentes e indefensos: ni tampoco alude al impedimento de los médicos de ofrecer alternativas a un pedido de aborto, ni al hecho que los abortos se podrán llevar a cabo hasta los 9 meses del embarazo, invocando causales vagas o directamente falsas.

En definitiva, ante la perspectiva cierta de la implementación de una política de genocidio prenatal, el episcopado argentino le opone el deseo de buenas intenciones, el reparto de estampitas y el diálogo con el espíritu del mal, para forjar “la cultura del encuentro”.

Pero de Dios y de Jesucristo, ni una sola palabra. Del espíritu del mal que anima la política del gobierno argentino, avalada por una mayoría del Poder Legislativo, ni una sola palabra.

Cada vez más la jerarquía eclesiástica argentina se asemeja a la Iglesia de Laodicea, mencionada en el libro del Apocalipsis: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” (Ap 3, 15-16).

Como anticipamos ayer, una ardua lucha le espera al pueblo argentino frente a esta demencial política genocida que se pretende implementar. Pero parece que esta lucha deberá afrontarla solo, sin pastores que lo guíen ni acompañen, salvo honrosas excepciones (cf. Mc 6, 34).

José Arturo Quarracino