Para quienes quieran comprender más profundamente el contenido de esta misiva, les sugiero leer dos de las más recientes cartas escritas por Monseñor Viganò:
a) La carta con la que dió respuesta al artículo: “Vaticano II y la obra del Espíritu”[2], escrito por el Padre Thomas Weinandy.
b) La carta con la que dió respuesta al artículo: “Preguntas para Viganò: Su Excelencia tiene razón sobre el Vaticano II, pero ¿qué cree que deberían hacer los católicos ahora?” [3], escrito por Stephen Kokx.
¡Comencemos!
Al Padre Raymond J. de Souza y al Padre Thomas Weinandy
Hace unos días, poco después de la publicación de otro artículo similar, escrito por el Padre Thomas Weinandy [4], el Padre Raymond J. de Souza escribió un comentario titulado: “La negativa del Arzobispo Viganò al Vaticano II, ¿promueve el cisma?” [5]. El pensamiento del escritor se expresa de manera inmediata, cuando dice: «En su último “testimonio”, el ex Nuncio tiene una posición contraria a la Fe Católica, con respecto a la autoridad de los concilios ecuménicos».
Puedo comprender que en muchos sentidos, mis intervenciones causen no pocas molestias a los partidarios del Concilio Vaticano II, y que cuestionar a su ídolo, es motivo suficiente para merecer las más severas sanciones canónicas, después de clamar en contra del cisma. Su enfado se combina con un cierto despecho, al ver que a pesar de mi decisión de no aparecer en público, mis intervenciones despiertan el interés y alimentan un sano debate sobre el Concilio, y más en general, [un sano debate] sobre la crisis de la Jerarquía eclesiástica. No me adjudico el mérito de haber dado inicio a esta disputa, ya que antes que yo, eminentes Prelados e intelectuales de alto perfil, han evidenciado cuestiones críticas que necesitan una solución; otros han mostrado el vínculo causal entre el Concilio Vaticano II y la apostasía actual. Frente a estas numerosas y bien argumentadas denuncias, nadie jamás ha propuesto respuestas válidas o soluciones aceptables: por el contrario, en defensa del totem conciliar, se ha recurrido a la deslegitimación de los interlocutores, a su exclusión, así como a la acusación genérica de querer socavar la unidad de la Iglesia. Y esta última acusación es tanto más grotesca, cuanto más evidente se hace el estrabismo canónico de los acusadores, quienes desenvainan el malleus hæreticorum [martillo de los herejes], en contra de quienes defienden la ortodoxia católica, mientras que hacen profundas reverencias ante eclesiásticos, religiosos-s.j. y teólogos que cotidianamente arremeten en contra del depositum fidei. Los dolorosos padecimientos de muchos Prelados, entre los que se encuentra Monseñor Lefevbre, confirman que aún en la ausencia de acusaciones específicas, hay quienes consiguen utilizar las normas canónicas como un instrumento de persecución de los buenos, pero al mismo tiempo, evitan aplicarlas a los verdaderos cismáticos y herejes.
En este sentido, ¿cómo olvidar a aquellos teólogos que fueron suspendidos de la docencia, removidos de los Seminarios o golpeados por la censura del Santo Oficio, y que precisamente por sus propios “méritos”, consiguieron el beneficio de ser llamados como consultores y peritos del Concilio? También debemos incluir a aquellos rebeldes de la teología de la liberación, que fueron amonestados durante el Pontificado de Juan Pablo II y que luego fueron rehabilitados por Bergoglio; lo anterior, por no mencionar a los protagonistas del Sínodo Amazónico y a los Obispos de Camino Sinodal, promotor de una iglesia nacional alemana, herética y cismática. Y sin omitir a los obispos de la secta patriótica china, plenamente reconocida y promovida por el Acuerdo entre el Vaticano y la dictadura comunista de Beijing [6].
Padre de Souza y Padre Weinandy: sin entrar en los méritos de los argumentos presentados por mí, a los que ustedes califican con desdén, como intrínsecamente cismáticos, [al menos] ustedes deberían tener la recta deferencia de leer mis intervenciones, antes de censurar mi pensamiento. En ellas encontrarían mencionado el doloroso trabajo que durante estos últimos años, me ha llevado a comprender que he sido engañado, precisamente por aquellos que constituídos en autoridad -y que jamás pensé que fueran capaces de hacerlo-, traicionarían a quienes depositaron su confianza en ellos. Considero que no soy el único en haber comprendido este engaño ni el único en haberlo denunciado: laicos, Clérigos y Prelados, también están en la dolorosa situación de reconocer un fraude urdido con astucia; un fraude -que a mi parecer- consistió en haber recurrido a un Concilio, para otorgar aparente autoridad a las instancias de los Innovadores, y así conseguir la obediencia del Clero y del pueblo de Dios. Y esta obediencia fue exgida por los Pastores -sin excepción alguna-, para demoler desde adentro a la Iglesia de Cristo.
Muchas veces he escrito y declarado que fue precisamente a causa de esta falsificación, que los fieles, respetuosos de la autoridad de la Jerarquía, no han osado desobedecer, masivamente, a la imposición de la doctrina heterodoxa y del rito protestantizado. Entre otras cosas, esta revolución no se completó de una sola vez, sino a través de un proceso por etapas, en el que las innovaciones introducidas ad experimentum, posteriormente fueron convertidas en la norma universal, con giros de tornillo cada vez más apretados. Igualmente he reafirmado en varias ocasiones, que si los errores y los puntos equívocos del [Concilio] Vaticano II, hubieran sido formulados por un grupo de Obispos alemanes y holandeses, pero sin cubrirlos con el manto de autoridad que otorga un Concilio ecuménico, probablemente, éstos habrían ameritado la condena del Santo Oficio y sus escritos habrían terminado dentro del Índice [de libros prohibidos]: tal vez fue por ello que quienes transtocaron los esquemas preparatorios del Concilio, después durante el reinado de Paulo VI, se dedicaron a debilitar a la Suprema Congregación, así como a abolir el Index libroum prohibitorum, en el cual -en otros tiempos- encontrarían sus propios escritos.
Evidentemente, de Souza y Weinandy creen que no es posible cambiar de opinión, que es preferible permanecer en el error, antes que caminar sobre los propios pasos. Sin embargo, esta actitud es bien extraña: multitud de Cardenales y Obispos; de Sacerdotes y Clérigos; de monjes y religiosas; de teólogos y moralistas; de laicos e intelectuales católicos, en nombre de la obediencia a la Jerarquía, se sintieron obligados a renunciar a la Misa Tridentina y también a verla sustituída por un rito copiado del Libro de la Oración Cómún, escrito por [Thomas] Cranmer. Con ello y en nombre de un Concilio que además quiso ser pastoral y no dogmático, se desecharon tesoros de doctrina, de moral y de espiritualidad, así como un inestimable patrimonio artístico y cultural, que ha llevado al oscurecimiento de dos mil años de Magisterio. Se oyó decir que la iglesia conciliar, finalmente se había abierto al mundo, que había sido despojada del odioso triunfalismo postridentino, de las incrustaciones dogmáticas medievales, del oropel litúrgico, de la moral sexofóbica de San Alfonso, del nocionismo del Catecismo de San Pío X [7], y del clericalismo de la Curia pacelliana. En nombre del [Concilio] Vaticano II, nos pidieron renunciar a todo: Después de más de medio siglo, vemos que de lo poco que aún parecía estar en vigente, ¡nada se ha salvado!
Sin embargo, si repudiar a la Iglesia Católica preconciliar por haber abrazado la renovación conciliar, fue aclamado como un gesto de gran madurez, un signo profético, un modo de mantenerse al día y en definitiva, una cosa inevitable e indiscutible, el día de hoy, repudiar un experimento fallido que ha conducido al colapso de la Iglesia, se lo considera un signo de incoherencia o de insubordinación, según el adagio de los Innovadores: No hay vuelta atrás”. En aquel momento la revolución era considerada sana y necesaria, pero hoy [resulta que] la restauración es dañina y es presagio de divisiones. En aquel entonces y en nombre del Aggiornamiento, se podía y se debía renegar del pasado glorioso de la Iglesia. Hoy, al cuestionamiento sobre algunas décadas de desviaciones, se lo considera cismático. Y lo que es aún más grotesco, es que los defensores del Concilio sean tan flexibles con quienes niegan el Magisterio preconciliar, estigmatizando a través del calificativo jesuítico e infamante, de rígidos, a quienes -por coherencia con ese mismo Magisterio- no pueden aceptar ni el ecumenismo ni el Diálogo interreligioso (que dió lugar a los Encuentros de Asís [8] y a lo de Abu Dhabi [9]), ni tampoco [aceptar] la nueva eclesiología y la reforma litúrgica, surgidas del Vaticano II.
Obviamente, todo esto no tiene fundamento filosófico y aún menos, fundamento teológico: el superdogma del Vaticano II prevalece por encima de todo, lo anula todo, lo cancela todo; sin embargo no se permite a sí mismo, sufrir la misma suerte. Y es precisamente esto lo que confirma que el Vaticano II, a pesar de ser un Concilio Ecuménico legítimo -como ya lo afirmado en otro lugar-, no es como los demás, porque si así fuera, los Concilios y el Magisterio que lo han precedido, deberían haber sido considerados igualmente vinculantes (no solo de palabra), impidiendo la formulación de los errores -contenidos o implícitos- en los textos del Vaticano II. Civitas in se divisa [es decir, la ciudad se divide]…
De Souza y Weinandy no quieren admitir que la estratagema adoptada por los Innovadores, fue de una gran astucia: Para conseguir la aprobación de la revolución, de quienes pensaban que se trataba de un Concilio Católico como el Vaticano I -y en un aparente respeto a las normas-, se declaró que se trataba solamente de un Concilio pastoral, y no de un Concilio dogmático. Esto hizo que los Padres Conciliares creyeran que de alguna manera se arreglarían los puntos críticos, se aclararían los malentendidos y se reconsiderarían algunas reformas en un sentido más moderado… mientras tanto, los enemigos ya lo habían organizado todo, hasta el más mínimo detalle. Al menos veinte años antes de la convocatoria del Concilio, había quienes creían ingenuamente, que Dios impediría el golpe de los Modernistas, como si el Espíritu Santo pudiera actuar contra la voluntad subversiva de los Innovadores. Esta fue una ingenuidad en la que yo mismo caí junto a la mayoría de mis co-hermanos y Prelados, que se formaron y criaron con la convicción de que a los Pastores y al Sumo Pontífice, ante todo y sobre todo, se les debía obediencia absoluta. Así las cosas, los buenos católicos, debido a su concepto distorsionado de la obediencia absoluta, obedecieron incondicionalmente a sus Pastores, siendo inducidos a desobedecer a Cristo, precisamente por aquellos que tenían bien claros los objetivos que se proponían. También en este caso, es evidente que el asentimiento al magisterio conciliar no impidió -más bien requirió como consecuencia lógica e inevitable- la disensión con el Magisterio perenne de la Iglesia.
Después de más de cincuenta años todavía no queremos tomar nota de un hecho indiscutible: que hemos querido utilizar un método subversivo adoptado hasta ahora en el ámbito político y civil, aplicándolo sine glossa al ámbito religioso y eclesial. Este método, propio de quienes -por decir lo mínimo- tienen una visión materialista del mundo, encontró desprevenidos a los Padres Conciliares que verdaderamente creían en la acción del Paráclito; mientras que los enemigos supieron: falsear los votos en las Comisiones, debilitar a la oposición, obtener derogaciones a procedimientos establecidos, presentando una norma aparentemente inocua, para luego extraer de ella un efecto disruptivo y contrario. El hecho de que ese Concilio tuviera lugar en la Basílica Vaticana, con los Padres portando la mitra y la capa pluvial o el hábito coral, y que Juan XXIII llevara puesta la tiara y el manto papal, fue perfectamente coherente con la orquestación de una escenografía, diseñada especialmente, para engañar a los participantes, y de hecho, asegúrarles que después de todo, el Espíritu Santo remediaría incluso los líos de subsistit in o los errores de la libertad religiosa.
A este respecto, me permito citar un artículo aparecido en Séptimo Cielo, en estos días, cuyo título es: “Historizar el Concilio Vaticano II. Así fue como el mundo de aquellos años influyó en la Iglesia” [10]. Sandro Magister nos da la noticia sobre un estudio del Profesor Roberto Pertici, referente al Concilio, el cual recomiendo leer en su totalidad, pero que puede resumirse en estas dos citas:
«La disputa que está incendiando a la Iglesia, sobre cómo juzgar al Vaticano II, no debe ser exclusivamente teológica, porque ante todo, hay que analizar el contexto histórico de ese evento, sobre todo, para un Concilio que declaró que quería “abrirse al mundo”.
“Sé bien que la Iglesia -como reiteró Pablo VI en “Ecclesiam suam”[11]- está en el mundo, pero no es del mundo, es decir: tiene valores, comportamientos y procedimientos que le son propios y que no pueden ser juzgados y enmarcados con criterios totalmente histórico-políticos mundanos. Por otro lado -debe añadirse que- ni siquiera es un organismo separado. En los años sesenta -y los documentos conciliares están llenos de referencias en este sentido-, el mundo avanzaba hacia lo que hoy llamamos “globalización”. Y ya estaba fuertemente condicionado por los nuevos medios masivos de comunicación, así que ideas y actitudes inéditas, se difundían muy rápidamente, haciendo que emergieran formas de mimetismo generacional. Es impensable que un evento de la amplitud y de la relevancia del Concilio, tuviera lugar en el recinto de la Basílica de San Pedro, sin contrastarlo con lo que estaba sucediendo».
A mi parecer, esta es una interesante clave de lectura del Vaticano II, que corrobora la influencia que el pensamiento “democrático” ejerció sobre el Concilio. La gran coartada del Concilio fue presentar como decisión colegiada y casi plebiscitaria, a la introducción de cambios que de otro modo habrían sido inaceptables. De hecho, no fue el contenido específico de las Actas, ni su significado futuro a la luz del espíritu del Concilio, lo que liberó doctrinas heterodoxas que ya deambulaban por los círculos eclesiales del norte de Europa, sino que fue el carisma de la democracia, que casi inconscientemente, fue adoptado por todo el Episcopado mundial, en el nombre de un sometimiento ideológico, que durante algún tiempo había visto a muchos exponentes de la Jerarquía, casi subordinados a la mentalidad del siglo. El ídolo del parlamentarismo surgido de la Revolución Francesa -que se mostró tan eficaz en la subversión del orden social- debió representar para algunos Prelados una etapa inevitable en la modernización de la Iglesia, misma que fue aceptada a cambio de una suerte de tolerancia de parte del mundo contemporáneo que todavía era viejo y pasado de moda, con respecto a lo que se obstinaban en proponer. ¡Esto fue un error muy grave! El sentimiento de inferioridad por parte de la Jerarquía, sentimiento de atraso e inadecuación en relación con las exigencias del progreso y de las ideologías, delatan una visión sobrenatural muy deficiente, y un ejercicio aún más deficiente, de las virtudes teologales: es la Iglesia la que debe atraer al mundo hacia Sí, convirtiéndolo, ¡y no al revés! El mundo debe convertirse a Cristo y al Evangelio, sin que Nuestro Señor tenga que ser presentado como un revolucionario al estilo Che Guevara, y la Iglesia como una organización filantrópica que está más preocupada por la ecología, que por la salvación eterna de las almas.
Contrariamente a lo que he escrito, de Souza afirma que yo llamé «concilio del diablo>>, al Vaticano II. Me gustaría saber en dónde encontró esas palabras mías. Supongo que esta expresión se debe a su traducción errónea y presuntuosa del término «conciliabolo», que según su etimología latina, no corresponde con el significado actual en lengua italiana. Partiendo de esta traducción errónea, él infiere que tengo “una posición contraria a la Fe Católica sobre la autoridad de los concilios ecuménicos“. Si se hubiera tomado la molestia de leer mis declaraciones sobre el tema, habría entendido que precisamente, porque tengo la mayor reverencia por la autoridad de los Concilios Ecuménicos y por todo el Magisterio en general, no puedo conciliar las muy claras y ortodoxas enseñanzas de todos los Concilios hasta el Vaticano I, con las -ambiguas y a veces incluso heterodoxas- enseñanzas del Vaticano II. Y al parecer, no soy el único. Por su parte, el propio Padre Weinandy no logra conciliar el rol de Vicario de Cristo con Jorge Mario Bergoglio, quien es simultaneamente, detentor y destructor del Papado. Pero contra toda lógica, para de Souza y para Weinandy, es posible criticar al Vicario de Cristo pero no al Concilio, o más bien dicho: a ese Concilio, y solamente a ese. De hecho, nunca he encontrado tanta diligencia al reiterar los cánones del Vaticano I, cuando algunos teólogos hablan de un “redimensionamiento del Papado” o de un “camino sinodal”, y tampoco he encontrado tantos defensores de la autoridad del Tridentino, cuando se niega la esencia misma del Sacerdocio católico.
De Souza piensa que con mi carta dirigida al Padre Weinandy [12], yo buscaba un aliado: y aunque así fuera el caso, no veo nada malo en ello, siempre y cuando dicha alianza tenga como propósito la defensa de la Verdad en el vínculo de la Caridad. Sin embargo, mi intención fue la que planteé desde el inicio, es decir, el hacer posible una comparación desde la cual lleguemos a una mayor comprensión de la crisis actual y de sus causas, de tal manera que en su momento, la Autoridad de la Iglesia pueda pronunciarse sobre ella. Nunca me he permitido imponer una solución definitiva, ni resolver cuestiones que van más allá de mi función de Arzobispo, y que son competencia directa de la Sede Apostólica. Por lo tanto, no es cierto lo que afirma el Padre de Souza, y mucho menos lo que de manera incomprensible, me atribuye el Padre Weinandy, es decir, que me encuentro en “pecado imperdonable contra el Espíritu Santo”. Tal vez podría creer en su buena fe si es que ambos aplicaran esta misma severidad de juicio sobre sí mismos y sobre sus adversarios comunes, hecho que lamentablemente, no parece suceder.
El Padre de Souza pregunta: «Cisma. Herejía. Trabajo del diablo. Pecado imperdonable. ¿Por qué estas palabras ahora se aplican al Arzobispo Viganò, por voces respetadas y atentas?» Creo que la respuesta ahora es obvia: se ha roto un tabú y se ha iniciado una discusión a gran escala sobre el Vaticano II, misma que hasta ahora, había sido confinada a áreas muy restringidas del cuerpo eclesial. Y lo que perturba más a los partidarios del Concilio, es la constatación de que esta disputa no se trata de si el Concilio es criticable, sino que se trata acerca de qué hacer para remediar los errores y los pasajes ambiguos que se encuentran en él. Y este es un hecho establecido, sobre el que ahora no se puede emprender ningún trabajo de deslegitimación: Magister, en Séptimo Cielo, también escribe acerca de esto refiriéndose a la «disputa que está incendiando a la Iglesia, sobre cómo juzgar al Vaticano II» y a las «controversias que periódicamente reabren en varios medios “católicos” en torno al significado del Vaticano II y el vínculo que existiría entre ese Concilio y la situación actual de la Iglesia». Hacer creer a la gente que el Concilio está libre de críticas, es una falsificación de la realidad, independientemente de las intenciones de quienes critican su ambigüedad o heterodoxia.
El Padre de Souza, además sostiene que en LifeSiteNews, el Profesor John Paul Meenan, supuestamente demostró “las debilidades en el argumento del Arzobispo Viganò y sus errores teológicos” [13]. Al Profesor Meenan le dejo la carga de refutar mis intervenciones sobre la base de lo que afirmo, y no sobre lo que no he dicho y que está deliberadamente tergiversado. Aquí también podemos ver cuánta indulgencia se muestra para con las Actas del Concilio, y cuánta severidad implacable, para quienes señalan las carencias, hasta el punto de insinuar la sospecha de Donatismo.
En cuanto a la famosa hermenéutica de la continuidad, me parece claro que es y sigue siendo un intento -quizás inspirado en una visión un tanto kantiana de los acontecimientos de la Iglesia- de conciliar un preconcilio y un postconcilio, como nunca antes había sido necesario. La hermenéutica de la continuidad es obviamente válida y debe seguirse dentro del discurso católico: en lenguaje teológico se le llama analogia fidei [es decir, analogía de la fe] y es uno de los pilares a los que debe adherirse el estudioso de las ciencias sagradas. Pero aplicar este criterio a un hapax que precisamente por su equívoco, logró decir o implicar lo que debió haber condenado abiertamente, no tiene sentido, porque presupone como postulado, que existe una coherencia real entre el Magisterio de la Iglesia y el “magisterio”contrario él, que actualmente se imparte en Academias y Universidades Pontificias, en Cátedras Episcopales y de Seminario, así como en la prédica desde los púlpitos. Pero si bien, es ontológicamente necesario que toda Verdad sea coherente consigo misma, al mismo tiempo no es posible fallar en el principio de no contradicción, según el cual dos proposiciones mutuamente excluyentes, no pueden ser ambas verdaderas. Por lo tanto, no puede haber una “hermenéutica de la continuidad” para apoyar la necesidad de la Iglesia Católica sobre la salvación eterna, y al mismo tiempo apoyar lo que afirma la declaración de Abu Dhabi, que está en continuidad con la enseñanza conciliar. Por tanto, no es cierto que yo rechace la hermenéutica en sí misma, sino solamente cuando no puede aplicarse a un contexto claramente heterogéneo. Pero si esta observación mía resulta infundada y ustedes quieren demostrar sus deficiencias, yo mismo estaré feliz en repudiarlas.
Al final de su artículo, el Padre de Souza pregunta provocativamente: «Sacerdote, curialista, diplomático, nuncio, administrador, reformador, informante. ¿Es posible que, al final, también se agregue a esa lista un hereje y un cismático?» No pretendo responder a las expresiones insultantes y gravemente ofensivas del Padre Raymond de Souza, ciertamente no aptas para un caballero… me limito a preguntarle: ¿A cuántos Cardenales y Obispos progresistas, sería superfluo hacer la misma pregunta, sabiendo de antemano que la respuesta es tristemente positiva? Quizás, antes de asumir cismas y herejías donde no los hay, sería apropiado y más útil, combatir el error y la división en donde éstos se han anidado y propagado, a lo largo de décadas.
San Pío X, ¡ruega por nosotros!
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo.
3 de septiembre del 2020.
San Pío X, Papa y Confesor.
Marco Tosatti es mi forma de comentar ¿quiere que evite comentarios es este sitio? Lo haré si a Ud. le molesta la extensión. Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey
No me molesta, pero generalmente los comentarios en la web son más cortos. Pero si esa es tu manera de comentar, hazlo. No hay problema. Dios te bendiga.
Gracias. Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey
En realidad Mons. Viganò escribió una carta (hace pocos días) en donde explica a los feligreses como comportarse en estos momentos tan difíciles. https://www.marcotosatti.com/2020/09/03/vigano-mons-lefebvre-un-confesor-ejemplar-de-la-fe/
Valentina retiro el comentario anterior pero me resulta difícil aceptar como verdad que necesariamente Dios nos tiene que dar después de todo esto una Iglesia victoriosa y una Iglesia poderosa es como negar la venida de un Mesías anonadado, la Iglesia de los últimos tiempos será una Iglesia anonadada y crucificada me preocupa que tanto el obispo Schneider como el obispo Viganó prometan algo que no está en sus manos dar y por otro lado no querer el apocalipsis es no querer la segunda venida de Cristo ven Señor Jesús pero no tan pronto. Eso sólo me choca pero no es poca cosa. Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey
Estimado Alberto, nosotros podemos solo pensar en nuestro presente y planear nuestro futuro para agradar a Dios (dejando la ultima palabra a El).. Mons. Viganò nos está sugiriendo como debemos comportarnos para no quedar confundidos en estos momentos tan difíciles. Si a veces las cartas pueden tener párrafos “difíciles”, hay otros que seguramente están al alcance de todos.
Saludos en Cristo Rey, que ya venció el pecado!!!
No es cierto lo que Ud. afirma, Valentina, el obispo Schneider y Viganó prometen algo que no está en sus manos dar una Iglesia triunfante y una victoria de la Iglesia en lo introhistórico sobre la crisis actual de la Iglesia lo que implica no querer aceptar la posibilidad del Apocalipsis y no querer la segunda venida de Cristo es como decir ven Señor Jesús pero no tan pronto eso surge de la carta a la que Ud. misma me reenvió https://www.marcotosatti.com/2020/09/03/vigano-mons-lefebvre-un-confesor-ejemplar-de-la-fe/
Ellos pecan al asegurar algo que ignoran y pecando empiezan mal y Ud. oculta la verdad de mi comentario y al hacerlo hace mal. ¿De qué forma van Uds. a vencer al pecado si empiezan por creer en el poder de sus propias mentiras y en el poder de ocultar la verdad? Lo único que puede salvarlos es la verdad que tanto rechazan cuando les parece que no los beneficia, así, desconfían de Dios y desconfían de la verdad y ni se santifican Uds. ni son capaces de santificar nada y menos la Iglesia, se adhieren a sus sistemas cerrados de pensamiento como si los mismos fueran toda la verdad divina y humana y no dejan que entren otras verdades, se comportan más como políticos que como santos porque creen más en la política eclesiástica que en la santidad. Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey
La verdad que no entendí nada de lo que escribió…
Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey!
Valentina le voy a explicar. Toda crisis de la Iglesia en el tiempo (y han existido muchas) son, según expresión del P. Castellani, tipos del antitipo final, o sea, todas las crisis de la Iglesia prefiguran la crisis final que será la del Apocalipsis, En esa crisis final la Iglesia no saldrá victoriosa en lo intrahistórico o histórico sino que será llevada al desierto por tres años y medio lo que Benedicto señala como un pequeño rebañito, esa crisis final que se produce primero en lo religioso. La Bestia de la tierra del Apocalipsis la tierra es el ámbito de lo religioso según los Padres y Doctores con dos cabezas o dos masonerías una que pertenece a un solo pueblo, la otra que pertenece a muchos pueblos y que son muchas masonerías o legión unidas por la cábala satánica (hay otro tipo de cábalas) esa Bestia de la Tierra los Padres y Doctores de la Iglesia la han entendido como una Iglesia o religión mundial que prepara el gobierno mundial del Anticristo y del Falso Profeta, luego, aparece la Bestia del Mar del Apocalipsis (los Santos Padres y Doctores han explicado que el mar es el ámbito de la política) esa Bestia del mar es la masonería unida en lo político en una sola cabeza y se refiere al gobierno mundial político cuya primera manifestación es la cuarentena impuesta a nivel mundial por el Covid o encarcelamiento y reducción de libertades a nivel mundial. La organización de un gobierno mundial religioso y político de que habla Viganó. La Iglesia que se sienta sobre la Bestia del Mar o sobre el gobierno mundial o los poderosos y prostituye o adultera la religión es una parte de la Iglesia terrenal los progresistas y conservadores, la parte adulterada o prostituida sigue siendo mujer o sea Iglesia y su fin está en que se le dará muerte y se distribuirán sus vestidos o sea distintas Iglesias católicas reformistas separadas de Roma quizás por el camino sinodal alemán el sínodo sobre sinodalidad 2022 y el acuerdo secreto con China. La otra, la buena mujer del Apocalipsis es la Iglesia santa llevada por los dos testigos o alas como de águila hasta el desierto para ser protegida por tres años y medio. Ahora lo que señalo es una interpretación teológica de la historia de la crisis de la Iglesia esta es la única forma válida de hacer teología de la historia, instaurar todas las cosas en Cristo, entender todo desde Cristo y en base a la revelación y el Magisterio. Todo católico para serlo debe conocer y aceptar el principio, el medio y el final de la historia de salvación sin un final de la historia de la salvación el católico no puede conocer la verdad y entender los signos de los tiempos. Lo bueno del Apocalipsis es que Cristo vuelve y es Cristo el que vence y no la Iglesia, la Iglesia no vence en lo histórico o intrahistórico sino en lo extrahistórico o con la Jerusalén Celestial según conceptos del P. Castellani. Ahora la crisis actual de la Iglesia es de una gravedad tal como nunca antes ocurrió ni siquiera se puede comparar con el arrianismo porque en el arrianismo no se podía hablar de una Iglesia mundial y religión mundial del ecumenismo de Asís que tiene como base la masonería ni un gobierno mundial que es el que se manifiesta en el Covid bajo el nombre de NOM y que Viganó ha señalado. La valentía y la fortaleza no están en ir a una batalla que se sabe que se va a ganar sino en ir a una batalla que se sabe que se puede perder, el fuerte es el mártir y la fortaleza está en la resistencia y se manifiesta en el grado máximo en el martirio, la Iglesia puede encontrarse en esta crisis frente a un tipo del antitipo final o sea una crisis que prefigura la de los últimos tiempos o frente al antitipo final o sea una crisis religiosa y política que termine en el Apocalipsis. El problema es que Viganó y Schneider no quieren aceptar la posibilidad de una crisis final y de una Iglesia de los tiempos finales martirizada y crucificada quieren una Iglesia poderosa y una nueva primavera de la Iglesia eso esperan o sea esperan lo mismo que los judíos en la primera venida ellos esperaban un Mesías poderoso y triunfante en lo político y religioso por eso rechazaron a Cristo, Schneider y Viganó esperan una Iglesia poderosa y triunfante y se niegan a aceptar las escrituras o sea se niegan a aceptar la posibilidad de que estemos ante el comienzo de los tiempos finales que pueden durar diez, veinte o cien años no lo sabemos podemos estar ante una prefiguración del antitipo final o ante el antitipo final, pero lo que enseñó Jesucristo y que Uds. no hacen es ver los signos de los tiempos no desde lo mundano sino desde lo teológico no hacen teología de la historia y no entienden el final de la historia de Salvación ni la aceptan como una posibilidad próxima en ello fallan como católicos y no podrán nunca alcanza la santidad porque se niegan a aceptar el martirio de la Iglesia y su crucifixión, dicen como Simón a Jesús no se les ocurra decir tales cosas y entonces Jesús les dice a Uds. desde la revelación apártate de mí Satanás porque sólo sirves de escándalo porque piensas como los hombres y tanto miedo le tienen al Apocalipsis como para asegurar que Cristo no va a venir pronto y que la Iglesia va a ser vencedora y ello porque aman a la Iglesia, la Iglesia es creatura de Dios más que a Dios y hasta el desprecio de Dios o por lo menos de lo que Dios ha enseñado. Lo que en última instancia trato de explicarles a Uds. es que toda su postura está viciada de pecado grave desde el comienzo por no aceptar la posibilidad de que la Iglesia terrenal sea vencida en lo intrahistórico como señala el Apocalipsis y como enseñan todos los Padres y Doctores de la Iglesia y querer soñar en una Iglesia triunfante. Lo que deberían afirmar tanto Schneider como Viganó es que estamos ante una crisis tan grave que no se puede descartar la posibilidad de que estemos ante los comienzos del Apocalipsis pero que ésto no se puede asegurar tampoco. Esa sería la postura correcta para empezar cualquier proceso de santificación sin ella han comenzado mal y así como Viganó reconoce que se equivocó ante el CVII y cometió pecado grave al equivocarse así también Uds. con Viganó al afirmar lo que no saben y querer ponerse en el lugar de Dios y ser Dios al afirmar que la Iglesia va a triunfar sobre la suma de todas las herejías en un triunfo intrahistórico han comenzado mintiendo o sea asegurando algo que no saben y es algo que es fundamental y creyendo en el poder de sus propias mentiras sobre esa base no se puede conseguir la santidad eso les aseguro ni salvarse Ud. ni salvar la Iglesia. Ahora si no entiende esto es porque no lo quiere entender y hay mala voluntad. Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey
Carmen L. verdaderamente soy realista ni pesimista ni optimista en cuanto a mi esperanza está en la segunda Venida.
Con respecto al momento de empezar a contar los tres años y medio, Ud. cree que hay que empezar ahora y en eso si lo asegura se equivoca y, sin querer, miente por asegurar algo que no sabe porque no es una cosa que pueda saberse salvo por revelación privada o porque sean evidentes los signos de los tiempos.
Por otra parte, no aseguro en mi comentario que estemos ante el Apocalipsis puede tratarse de una crisis que pueda ser sorteada de alguna forma por un tiempo por la Iglesia y que resurja con posterioridad como al modernismo siguió el progresismo porque el modernismo nunca se fue y puede preguntarse Ud. ¿por qué al modernismo siguió el progresismo y al CVII siguió el papa Francisco y la crisis francisquista? Pero Ud. no lo sabe, no sabe qué responder y yo se lo explicaré aunque Ud. no quiera.
En el caso de que la presente crisis sea el comienzo del Apocalipsis o las etapas preliminares del Apocalipsis (del Apocalipsis forma parte la carta a la Iglesia de Laodicea en la que Dios la amonesta para que se arrepienta pero no se arrepiente) en esas etapas preliminares se dice que la buena Mujer sufre dolores de parto que algunos han entendido que es la Iglesia y ¿cuánto tiempo puede llevar esto y cuánto tiempo puede llevar hasta que se organice el gobierno mundial y la religión mundial manifiestos? Momento en que debería Ud. empezar a contar los tres años y medio porque es el tiempo del gobierno del Anticristo y del Falso Profeta lo reitero puede tardarse diez, veinte o cien años, porque el Anticristo es una persona que va a gobernar como un Cesar al Mundo por tres años y medio.
Me explico mejor, el Apocalipsis relata los momentos previos al gobierno del Anticristo y del Falso Profeta este gobierno implica un gobierno mundial como el de un Cesar que es el gobierno del Anticristo y una religión e Iglesia mundial que será la del Falso Profeta dirigida por el Falso Profeta, este gobierno mundial es el que durará tres años y medio, en ese período, actuarán los dos testigos del Apocalipsis y, en ese período, de tres años y medio la Iglesia santa permanecerá en el desierto o, tal vez, se trate de los justos y no de una Iglesia porque después de la Iglesia de Laodicea a la que Dios amonesta para que se corrija ya el Apocalipsis no vuelve a hablar de Iglesias sino de mujeres, la mala mujer y la buena mujer.
En relación a si son diez, veinte o cien años los que preceden a estos tres años y medio del gobierno mundial del Anticristo y del Falso Profeta no puedo ni yo ni Ud. establecerlo porque lo establece Dios y ni Jesús conocía los tiempos, ni los conoce Ud., ni los conozco yo, hay que ver los signos de los tiempos y, tal vez, los dos testigos del Apocalipsis, o sea, las dos alas como de águila que llevan a la Iglesia al desierto ayuden en ello, no puedo asegurarlo y aquí me falta ciencia.
Puede ser factible (recuerde que en el Apocalipsis se narran períodos previos a los tres años y medios del gobierno del Anticristo) que ese período previo que es el que podemos estar viviendo y, en el cuál, van apareciendo las dos Bestias del mar y de la tierra, en que la mujer sufre dolores de parto por tener que dar a Cristo al Dragón, que ese momento previo se extienda por dos, diez, veinte, treinta y cinco o cien años antes de que se manifieste de forma explícita el gobierno tiránico mundial del Anticristo.
Por otra parte, podemos tener un verano que extienda el proceso luego de la muerte del papa Francisco, o sea, puede ser que tengamos una cierta restauración no en toda la Iglesia sino en sectores como la que propone Viganó y Schneider pero, independiente, esos sectores como no logran comprender que el problema principal no está en el CVII como piensan Viganó y Schneider sino en que la espada terrenal (los gobiernos del mundo) está opuesta y enfrentada a la espada espiritual (la Iglesia) si los gobiernos son anticatólicos como es el caso en todo el mundo y si la democracia no tienen partidos políticos con el nombre de “católicos” favorecidos y respaldados por la Iglesia ello lleva a dos consecuencias inevitables.
La primera consecuencia es que desde la Revolución Francesa casi no han existido gobiernos católicos y casi todos han sido anticatólicos, o sea, combaten a la Iglesia y la segunda es que los católicos, los fieles y el clero, se ven obligados en lo político y en la práctica a elegir entre partidos políticos anticatólicos eso significa que el hombre como es una unidad o animal político y porque la democracia no ha sido transida de Cristo porque la Iglesia ha confundido la democracia de Rousseau, Hobbes, Locke con la democracia de Santo Tomás de Aquino que es una forma válida de gobierno, al no transir de Cristo la Iglesia la democracia por medio de partidos políticos católicos ha llevado a que los católicos, especialmente, clero y obispos caigan en una serie de ideas equivocadas propias de la masonería relacionadas con el socialismo, el comunismo y el liberalismo.
El católico, como animal político, al ser conducido al error de elegir en la práctica entre partidos socialistas, comunistas y liberales cuando no directamente progresistas por las ideas políticas (dejemos de lado la doctrina social de la iglesia que al no estar contenida en ningún partido político católico apoyado por la Iglesia se reduce a una teoría que es dejada de lado en el momento de la práctica porque el católico debe elegir entre lo que le da el Mundo y la Iglesia y ambos le dan en la práctica, una por omisión y el otro por acción, partidos políticos anticatólicos) porque la Iglesia ha separado la teoría de la doctrina social de la Iglesia de la práctica al impedir el uso de la palabra “católico” en partidos políticos y al no buscar transir de Cristo por medio de partidos políticos católicos a la democracia.
Por ello, la Iglesia se ve inficionada desde dentro por la suma de todas las herejías, o sea, la elección entre partidos políticos no católicos genera que ideas anticatólicas que se vayan infiltrando en la Iglesia por las relaciones entre la Iglesia y el Mundo, entre la Iglesia y las otras religiones y entre Iglesia y democracia.
Ello generó dentro de la Iglesia el surgimiento de varias herejías y legión de herejes o falsos profetas desde Lamennais, el modernismo, el progresismo de Maritain, Congar, Chenu, Rahner, la teología de la liberación, el CVII, las reuniones de Asís y el ecumenismo mundial, la hermenéutica de la continuidad de Benedicto y de la ruptura de Sarah, la crisis del pontificado de Francisco o crisis sinodal, etc.
La Iglesia no solamente es combatida desde fuera sino desde dentro como nunca antes, o sea, por la división política en la Iglesia en distintos partidos políticos no católicos la Iglesia se ha visto partida e inficionada de toda las ideas de la masonería y de la cábala.
Ello significa que si Viganó y Schneider logran una cierta recuperación de la fe, religión, doctrina, moral y santidad, por lo menos, en ciertos sectores y aunque esos sectores conquisten en la caridad a toda la Iglesia terrenal el problema previo que generó el surgimiento del liberalismo católico, del modernismo, del CVII y de la actual crisis subsiste y ese problema debe señalarse como la rebelión, oposición y enfrentamiento entre la espada terrenal y la espiritual y el combate entre la espada terrenal y la espiritual y la renuncia de la Iglesia a transir de Cristo a los gobiernos democráticos o lo público por medio de partidos políticos católicos apoyados por la Iglesia.
Porque tanto Leon XIII como los papas anteriores y posteriores para que no quede la Iglesia partida por la democracia en distintos partidos políticos católicos han elegido la peor parte, a saber, que quedara partida en distintos partidos políticos no católicos e inficionada de las ideas masónicas de esos partidos que generarán presiones dentro de las venas de la Iglesia y generarán crisis continuas dentro de la Iglesia, incluso, si se sale con éxito de esta crisis actual se volverá a caer en otra crisis similar si no se solucionan esos problemas.
Espero haberle explicado bien las cosas y que comprenda mejor la situación seguramente no me dará las gracias pero así son los católicos de ahora desagradecidos y a pesar de que uno les aporta grandes ideas no toman ninguna y critican lo que pueden porque son unos buenos amantes de sí mismos.
Pero créame que el problema de la Iglesia no está fuera y ni siquiera dentro en los progresistas sino en los mismos conservadores y tradicionalistas porque a ellos Dios les ha dado distintas verdades por hombres que no valen nada como es mi caso pero estos conservadores y tradicionalistas se creen más sabios que Dios y no corrigen en nada sus posturas y sus análisis porque como al clero le molestó que la Virgen les hablara a niños pastores y no a ellos de la misma forma les molesta que Dios utilice hombres que no valen nada para transmitirle ideas no recibidas por revelación privada pero que, sin duda, que no condicen con la pobre capacidad intelectual y moral de esos sujetos y así por el orgullo se pierden, pierden a sus ovejas y pierden a la Iglesia, el que haya elegido niños pastores en su momento por algo habrá sido pues no podía confiar en el clero pues no sólo no han cumplido de consagrar al Corazón de la Santa Virgen a Rusia sino que ni siquiera han cumplido con dar a conocer a tiempo el último de los secretos de Fátima. Saludos en la Santa Virgen María y en Cristo Rey
Eso es muy abondante!
La carta es demasiado elevada para llegar a los fieles y a los sacerdotes se tratan demasiados temas y todo parece dentrarse en una discusión entre obispos de los cuáles unos dicen una cosa y otros otra mientras a los progresistas se los deja hacer. Esperaba realmente más de las palabras de Viganó que una defensa de su postura esperaba una ampliación de la misma y medidas prácticas sugeridas a sacerdotes y fieles, no lo ha realizado por la misma obediencia que antes tuvo con el CVII y que tantos males ocasionó.