DEL POZZO. ¿IGLESIAS CERRADAS? UN SÍNTOMA. EL VERDADERO PROBLEMA ES…

17 Marzo 2020 Pubblicato da

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiæ (espero que lo lean sobre todo los enemigos…) Luca del Pozzo nos ha enviado una reflexión  profunda y preciosa sobre la Iglesia y el coronavirus. Nos permitímos decir que la subscribimos palabra por palabra. En verdad, éste es el problema, que Del Pozzo señala con claridad. La raíz de tanto malestar y abandono. Buena lectura.

§§§

Las iglesias cerradas son sólo un síntoma, pero el verdadero problema es otro.

Más allá de la decisión -en Roma, y después parcialmente cambiada, lo que ha permitido a muchos fieles (entre los que me encuentro) poder acceder a la Comunión Sacramental gracias al celo de aquellos párrocos que saben dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios-decisión, decía, de cerrar las iglesias, sobre lo que ya se ha escrito demasíado.

El aspecto quizás más preocupante y que la dice toda, es sobre el estado de crisis en el que deriva el catolicismo, almenos en Italia, es ensordecerdor el silencio, la casi ausencia de una palabra, de una voz profética, de una lectura cristiana de los hechos que estámos viviendo, in primis por parte de los pastores.

Digámos a las claras cómo están las cosas: lo de las iglesias cerradas es sólo un síntoma, el enésimo, de un problema más grave que está, como se suele decir, a flor de piel. Y que alcanza de cerca la esencia misma de la vida de la Iglesia, es decir la Fe.

¡Y cómo!. Exíste una pandemia en curso, decenas de muertos, miles de contagiados, miedo, inquietud, desorientación dilagante, y nuestros estilos de vida radicalmente cambiados en tan poco tiempo, constringidos a defendernos quedándonos enjaulados en casa; nuestras ciudades parecen escenas espectrales, la vida suspendida, ¿y en éste drama, la Iglesia no tiene nada que decir, con alguna elogiada pero rara excepción?. Ni una palabra del sentido y el significado de lo que ocurre, a la luz de Aquel hecho extraordinario sin el cual, como dice el Apóstol, ¿sería vana nuestra fe, osea la Resurrección?.

Es verdad que vivímos tiempos difíciles, pero también es cierto que justo porque son difíciles pueden ser a la vez extraordinariamente fecundos, como tantas veces ha sucedido en la historia.

Provocaría decir, parafraseándo el Exsultet, que esperámos poder proclamar en la Vigília Pascual, “¡Felíz el virus por el que nos mereció vivir un tiempo tan propicio!”.

Tiempo de conversión antes que nada (auspicablemente según la acepción tradicional del término, es decir de renuncia al pecado y adhesión a Cristo) pero también tiempo de reflexión, para revisarnos y respondernos con aquellas preguntas, que con la excusa del ajetreo cotidiano nos esforzámos en relegar en algún lugar escondido de nuestra conciencia, pero que sin interrupción tocan la puerta.

Para no hablar de las relaciones, de aquellas familiares (y no solo), que en una convivencia forzada y prolongada corren el riesgo de ser una dura prueba, por lo que al mismo tiempo una ocasión extraordinaria para apreciar hasta el fondo lo que de verdad cuenta.

¿Se necesitaba un virus, para colmos no tan grave, como en el pasado han habido otros, para recordarnos cuán indeciblemente pasajeros y precarios somos en éste mundo?. Evidentemente sí.

Y por supuesto que se tiene que ejercer el propio deber de ciudadanos de manera responsable, y obedecer a los gobernantes, y que como nunca en éstas situaciones, escuchar las voces de la ciencia y los expertos. De acuerdo.

Pero hay un pero. Todo eso tiene que ver con los normales procedimientos de gestión de una emergencia (en jergo empresarial se llama crisis management), osea en última instancia sobre cómo afrontar una situación de crisis. Y está bien, pongámonos de acuerdo. Pero aquí se está hablando del por qué de las cosas.

¿Puede entonces la Iglesia, que también está llamada a vivir en el mundo para cargar con los problemas de los hombres, compartiendo gozos y dolores, etc, etc, etc, puede la Iglesia, colocarse a la misma altura de la onda del pensar y actuar humano y basta?¿Sin ir más allá, sin hablar como se puede y se debe hacer en tales circunstancias, iluminando la historia presente con una palabra sobre la Verdad? Obvio que no.

¿O deja de ser Iglesia para ser una asociación como cualquier otra?. Está bien la oración, está bien la solidaridad y la caridad hacia los más débiles, está bien todo eso. Pero queda el hecho que cuando se desencadenó éste flagelo del Covid-19 poco o nada se ha escuchado o leído realmente, auténticamente, católico.

Silencio absoluto. Con la paréntesis, y allí sí hubiese sido mejor callar, cuando se tomó distancia acerca de ciertas interpretaciones del fenómeno, juzgadas evidentemente como retró (del tipo, coronavirus = castigo divino), que quizás, y digo quizás, podían quedar bien en épocas pasadas, pero ¿en el siglo XXI?. Vamos por favor…aparte del hecho de ir con cautela liquidándo el asunto mirando por arriba del hombro, como suelen hacer ciertos teólogos o autodenominados tales -la posibilidad que también en el siglo XXI, aún en nuestro mundo que se cree adulto (y quizás por lo mismo), ¿Dios pueda y quiera mandar un -podemos llamarla adevertencia- porque castigo suena eclesialmente muy incorrecto? (al respecto recuerdo vagamente, así al vuelo, Sodoma y Gomorra, el exílio babilonese, las plagas de Egipto, la expulsión del Edén, el diluvio universal, Corazaín, Betsaida y Cafarnaún, y se pudiera largamente continuar); aparte de esto, repito, el punto está en la dimensión por desgracia toda horizontal, de buena parte de los discursos que se escuchan en el ámbito eclesial. Para no hablar de cierta homilética, que si pudiera, te quitara toda la fe.

Hemos pasado de la dimesión de Marcuse a la Iglesia de las dimensiones. Como si las cosas aquí abajo fuesen más importantes que las de allá arriba. Puedo imaginar la objeción: ocuparse de las cosas de arriba no excluye, al contrario, implica, ocuparse de las de abajo, ¡dado que Dios se ha Encarnado y la Iglesia peregrina en la historia!

Faltaba más, claro que es así. Pero en justo orden. Primero el Cielo y después la tierra. Y si no, y por desgracia sucede cada vez con más frecuencia, tener que escuchar a ciertos obispos, a ciertos párrocos, de los que si no se sabe que sean un obispo o un párroco, tranquilamente se pudiera pensar estar escuchando qué se yo, un teórico del desarrollo sostenible, un experto de coaching, un sindicalista, un activista de los derechos humanos o uno de los tantos testimonial de la nada cósmica vagando por el mundo.

Y qué decir, que si hay algo que caracteriza y distingue (sí, distingue) a los cristianos, es exáctamente el modo de leer e interpretar la historia, personal y colectiva. Todo lo demás, viene después.

Pensar según Dios, y no según los hombres: a ésto es a lo que estan llamados los cristianos. Todos, nadie excluído. Tornándo a expresar además de pensar, como católico. ¿Es una casualidad que ésta epidemia haya estallado en Italia en medio de la Cuaresma?. ¿Y por qué de ésta forma virulenta especialmente justo contra nosotros?

Y como tantos laicos -como ha relatado hace pocos días Ettore Gotti Tedeschi con una bellísima reflexión – gente que quizás hasta ayer no le importaba en absoluto Dios y la Iglesia, ahora se interrogan, meditan y piden consuelo a los creyentes. ¿Y Dios… qué cosa está diciéndo Dios al mundo entero?

Como nunca hoy es necesario que la Iglesia vuelva a ser signo de contradicción y la voz profética en un mundo aparentemente autosuficiente, autónomo y que se pretende independiente viviendo etsi Deus non daretur, con las excepciones cuando le conviene, corriéndo a buscar a gurús astrólogos o devorándo teclados donde buscan de mil modos en los llamados social.

De otra forma, tarde o temprano, volveremos a ver cerradas las iglesias en Italia, como tantas, demasíadas ya lo están, en otras partes de Europa y del mundo. Y no será por otro virus.

Luca Del Pozzo

 

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2 commenti

  • Antonio Cafazzo ha detto:

    Para los lectores hispano-hablantes.
    Este virus o es un castigo o es el “estreno” de la película “Finimondo” que pronto estará en todas las pantallas.
    Los que no estén de acuerdo se deleiten con sus certezas.
    Para completar, dedico este pasaje del libro de Leon Bloy “EnTinieblas” porque desde mucho la iglesia ha traicionado a Cristo:

    “… Él permanece en su cielo, escuchando el cántico sobrenatural de María, el canto eterno conocido como Magnificat, con el que esta Madre que contiene su Brazo le habla sin parar de su Misericordia y de su Poder, haciéndole notar entre súplicas que aún no ha enaltecido a los humildes ni saciado a los hambrientos y que acaso los hombres esperan, para adorarlo, el cumplimiento de sus promesas. Lo adormece por algunas horas, arrullándolo como antaño, en la humilde morada de Nazaret. Pero la Predilecta del Espíritu Santo no puede contenerlo más, sabe de sobra que no cabe pedir a su Hijo que repita la Pasión para salvar a Judas, más presentable sin duda que los traficantes de almas, pues él al menos devolvió las monedas.”

  • P. Luis Eduardo Rodrìguez Rodríguez ha detto:

    Excelente reflexión hermano. Gracias.